jueves, 26 de septiembre de 2024

LOS SANTOS CIPRIANO Y JUSTINA, mártires. (+ 304). — 26 de setiembre.

 



   La esclarecida virgen y gloriosa mártir de Cristo santa Justina nació en la ciudad de Antioquía de padres gentiles; y habiendo abrazado la fe cristiana por la doctrina de un celoso diácono, logró que también se convirtiesen sus padres y recibiesen el santo bautismo.

   Aunque era Justina hermosa por extremo y de excelentes gracias naturales; resplandecía a los ojos del Señor su alma mucho más por la hermosura de sus virtudes, y especialmente por su limpieza virginal, que consagró a su esposo Cristo.

   Había puesto los ojos en Justina y enamorándose de ella un mancebo poderoso y lascivo,  por nombre Agladio; el cual, por todos los medios que suele emplear el amor ciego, procuró atraerla a su voluntad; más ninguno bastó para vencer el propósito de la santa virgen.

   No desmayó Agladio; sino que tomó por postrer remedio el favorecerse de un mal hombre, que con artes diabólicas doblegase la voluntad de Justina.

   Se llamaba Cipriano aquel hombre y habitaba en la misma ciudad de Antioquía.

   A éste descubrió Agladio lo que pretendía, diciéndole cuan inútiles habían sido los medios empleados, y que le socorriese con sus artes poderosas y sobrehumanas; que se lo pagaría liberalmente y quedaría su perpetuo esclavo.




   Admitió Cipriano la propuesta, y empezó a poner por obra su mal intento; y después de haber usado contra la santa todas sus artes y embustes, quedó corrido y avergonzado, porque Justina con el favor de Cristo, con la oración y el ayuno, y con la señal de la cruz, siempre triunfó gloriosamente del enemigo.

   Asombrado de lo que veía, consultó Cipriano al demonio; el cual le respondió que contra los adoradores de Cristo ningún poder tenía él: de esto entendió que Jesucristo era verdadero Dios, y determinó hacerse cristiano, como lo hizo, renunciando al demonio y bautizándose, y viviendo con tal fervor, que fué ordenado de diácono, y resplandeció en gran santidad y muchos milagros.




   Y porque por medio de Justina había recibido de Dios tantas mercedes, tuvo siempre gran cuenta de ayudarla y de llevar adelante sus santos propósitos, siendo ella como madre de buen número de doncellas que vivían juntas y servían al Señor con gran pureza.

   En esto un conde llamado Eutolmio los mandó prender; y a Cipriano le hizo atormentar y rasgarle los costados con uñas aceradas: a Justina, después de haberla bárbaramente abofeteado, la hizo azotar con duros nervios: luego a él le pusieron en la cárcel; a ella en una casa honrada: y a los pocos días, fueron traídos al conde, el cual como viese su perseverancia en la fe, los mandó echar en una caldera llena de pez, sebo y resina derretida; mas siendo quemado Atanasio, sacerdote de los gentiles, los dos santos salieron sin lesión del tormento.






   De allí fueron llevados a Nicomedia; donde después de haber padecido otros tormentos con grande ánimo y alegría, los degollaron.


SANTA JUSTINA. 


SAN CIPRIANO. 



   Sus sagrados cuerpos, abandonados e insepultos, Dios los conservó enteros y sin corrupción.


   Reflexión: En las maravillas de santa Justina y en la conversión de san Cipriano resplandece con grande gloria la virtud de la señal de la cruz: porque por ella venció la santa todas las artes diabólicas; y viendo Cipriano la poca fuerza que tenían los demonios, y que no podían prevalecer contra ella, determinó abrazar la fe, y comenzar una vida santa: ¿por qué, pues, no hemos de amarnos de la santa cruz haciéndola con toda reverencia en nuestras tentaciones y peligros?




   Oración: Ayúdenos, oh Señor, el favor continuo de los bienaventurados mártires Cipriano y Justina, ya que no cesas de mirar con benignos ojos a los que concedes que con tales socorros sean ayudados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.



miércoles, 25 de septiembre de 2024

SAN FERMIN, obispo y mártir. (+ 290). —7 de julio y 25 de septiembre.

 



   El santo obispo e ilustre mártir de Cristo, Fermín, a quien otros llaman Firmio, fue natural de Pamplona de Navarra, e hijo de un ilustre senador y muy poderoso.


   Sus padres, habiendo detestado la idolatría y abrazado la fe de Cristo, se dieron con gran diligencia a la práctica de todas las virtudes cristianas, conforme a los consejos de san Honesto, obispo de Tolosa de Francia, de quien habían recibido el santo bautismo; y no fue el menor de sus cuidados la cristiana educación de su hijo Fermín, que aprendió de sus devotos padres el socorrer con limosnas a los pobres y necesitados, y con saludables enseñanzas a los rudos e ignorantes.

   Se consagró de joven al servicio de Dios recibiendo el sacerdocio, y por sus méritos y virtudes llegó a ocupar la sede episcopal de Pamplona.





   Ardía en su pecho el deseo de la dilatación de la fe y de la salvación de las almas: por lo cual, predicando con apostólico celo, pasó a la Galia que entonces se llamaba Lugdunense, recorrió varios pueblos diseminando la verdad del Evangelio, y fijó su residencia por algún tiempo en Augeviros, ciudad principal de aquella región, donde en un año y tres meses redujo innumerables almas dé la idolatría a la fe de Jesucristo, y a la práctica de la ley evangélica.

   Con no menor fruto ganó para Jesucristo muchas almas en las ciudades de Aubi, Auvergne, Anjou y otras, desterrando de todas partes los errores de los paganos e introduciendo nuevas y muy puras costumbres en las almas de sus habitantes.

   Pasó luego a Beauvais, ciudad de la misma provincia, donde fue preso por Valerio, presidente de esta ciudad; el cual lo hizo azotar cruelmente varias veces, y después que le juzgó ya casi muerto a puros azotes, le hizo volver a la cárcel, donde, si no moría, le acabase de quitar la vida Sergio, sucesor suyo; mas el pueblo, que le amaba como a su padre y maestro, se amotinó y lo sacó violentamente de la cárcel y le puso en libertad, con que el santo confesor y apóstol de Cristo volvió de nuevo a desplegar las alas de su celo, y convirtió y bautizó a todos los moradores de aquella ciudad, levantando en ella algunas iglesias.

   De aquí pasó a Amiens, en la misma provincia, donde en cuarenta días convirtió unos tres mil nombres a la fe de Jesucristo.




   No pudiendo llevar en paciencia tantas conversiones Longinos y Sebastián, crueles tiranos, que presidían en esta ciudad, prendieron al glorioso obispo y apostólico varón san Fermín, y temiendo no se lo quitase de entre las manos el devoto pueblo, como había hecho en Beauvais, lo degollaron en la misma cárcel: con que acabó gloriosamente, dando la vida por la fe de Jesucristo que tanto y con tantas fatigas había dilatado, recibiendo la gloriosa corona del martirio, y siendo su alma pura presentada por manos de ángeles en las del Creador.



  Reflexión: Consideremos en el celo, en los trabajos, y en el glorioso martirio de san Fermín, lo que costó a los varonas apostólicos el don de la fe y conocimiento de Cristo que nosotros tenemos y gozamos.

   Cada país tiene su apóstol, y casi todos estos hombres apostólicos copiaron como los discípulos de Jesucristo, a costa de su sangre, la conversión de los pueblos que redujeron a la fe cristiana.




   Tengamos pues en grande aprecio y estima nuestra religión verdadera, como una joya del cielo, bañada en sangre de apóstoles, y en sangre de Jesucristo, que nos ha hecho este regalo de Dios y prenda de su amor infinito.
 


   OraciónOh Dios, que coronaste con aureola de inmortalidad al bienaventurado obispo y mártir Fermín, ilustre por la predicación de la fe y el combate de los tormentos; concédenos benigno que así como celebramos su triunfo, alcancemos también su premio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.




FLOS SANCTORVM

DE LA FAMILIA CRISTIANA.

lunes, 23 de septiembre de 2024

SANTA TECLA, virgen y protomártir. (+ hacia el fin del siglo I). —23 de setiembre.

 




   La esclarecida virgen y protomártir santa Tecla nació de ilustres padres en Iconio de Licaonia.

   Hallábase en dicha ciudad cuando llegó a ella el apóstol san Pablo a predicar el Evangelio.

   A la fama de la nueva doctrina, acudió Tecla a oír las enseñanzas del apóstol, y quedó tan convencida de la verdad de la fe cristiana y tan enamorada de la castidad por las alabanzas que de ella oyó, que desde luego resolvió firmemente consagrar su virginidad a Dios, renunciando al matrimonio que sus padres tenían ya concertado con un joven muy noble y bien apuesto, por nombre Tamiris.



  

 Y no se contentó con entablar ella sola una vida de oración y recogimiento conforme a las prescripciones del santo apóstol; sino que atrajo al mismo género de vida a gran número de doncellas.

   Bajo la disciplina de Tecla alcanzaron sublime grado de santidad, entre otras, dos matronas llamadas Trifena y Trifosa.

   Tanto los padres de Tecla como el joven Tamiris llevaron tan a mal que la santa, por seguir una ley nueva de tanta abnegación y humildad, renunciase a las bodas, que la acusaron ante el juez de que era cristiana.

   Mandó este encender una grande hoguera, amenazando a la santa virgen con arrojarla a ella, si no abandonaba su fe; pero Tecla movida por interior espíritu, hecha la señal de la cruz, se precipitó en medio de las llamas, mostrando estar ella más pronta a padecer aquel tormento que el juez a dárselo.

   En aquel mismo punto cayó una abundante lluvia, que apagó el fuego, dejando libre y sin lesión a la santa.






   La condujeron entonces a Antioquía, en donde se tentó una y otra vez su invencible constancia: porque, en primer lugar, fué arrojada a las fieras; mas por gracia de su señor y esposo Jesucristo no recibió de ellas daño alguno.

   Entonces se la ató fuertemente a dos toros, a los cuales se hizo correr en dirección contraria a fin de que dividiesen en dos partes el cuerpo de la santa virgen; pero tampoco alcanzaron los gentiles su malvado intento.




  

 Finalmente la metieron en una hoya llena de serpientes; y ninguna le causó la más leve molestia.

   Librada milagrosamente de tantos peligros, volvió Tecla, más firme que nunca, a su patria; y abandonando la comunicación y trato con los hombres, se entregó a la contemplación y amor de las cosas celestiales; para lo cual se retiró a la escabrosidad de un monte, y pasó allí sola el largo tiempo que le quedaba de vida, pues llegó a los noventa años de edad.





   Fué sepultada en Seleuecia; y en todo el oriente se tuvo a esta santa en gran veneración, viéndose su sepulcro frecuentado de gran concurso de gentes.


   Le visitó san Gregorio Nazianzeno, y tanto él como otros santos padres ensalzaron las virtudes y santidad de Tecla de palabra y por escrito, honrándola con el renombre de protomártir, por haber sido la primera de las mujeres que por la confesión de la fe cristiana fué condenada al tormento.



Reflexión: Se maravillan muchos de la invencible fortaleza con que tantas delicadas vírgenes padecieron los más atroces tormentos: mas ¿cómo no habían de animarse al martirio, viendo que su protomártir santa Tecla, revestida de la virtud de Dios, vencía a todos los tiranos y atormentadores y aun salía ilesa de todos los suplicios?




   Con tal auxilio de la gracia se explica la fortaleza de los mártires, y con tales martirios y prodigios, quedó admirablemente sellada la divinidad de nuestra santa fe católica.


Oración: Oh Dios, por la gloria de cuyo nombre sufrió con fe nunca vencida el gran combate de los tormentos la bienaventurada virgen Tecla, la primera mártir entre las mujeres; concédenos que a imitación suya sepamos despreciar las prosperidades del mundo y no temer ninguna de sus adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.




FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

LOS SANTOS ANDRÉS, JUAN, PEDRO, Y ANTONIO, MÁRTIRES. —23 de septiembre.

 


 

—Estando los sarracenos en Siracusa prendieron a dos jóvenes, llamados Pedro y Antonio, y se empeñaron en que habían de abrazar la ley de Mahoma. Los dos eran hermanos, cristianos desde su nacimiento, y además muy dados a todas las virtudes religiosas. Habiéndose negado a la apostasía, fueron maltratados, azotados y al fin arrastrados por toda la ciudad, en cuyas calles acabaron sus días. Cuando acababan de expirar llegó al lugar del suplicio el padre de los dos hermanos, llamado Juan, y reprendiendo a los verdugos por su crueldad, fué allí mismo degollado, y cayó muerto sobre los cuerpos de sus hijos. El mismo día y en el mismo lugar fué también sacrificado otro noble cristiano, llamado Andrés, que hacía mucho tiempo estaba detenido en la cárcel y que había sufrido el hambre, la desnudez y todas las penalidades de su triste destino. Bolando cree que murieron estos santos durante el siglo X.

 

 


LA LEYENDA DE ORO


sábado, 21 de septiembre de 2024

SAN MATEO, apóstol y evangelista. (+ 60). —21 de septiembre.

 




   El bienaventurado apóstol y evangelista san Mateo, que por otro nombre se llamó Leví, fue Galileo de nación y de la ciudad de Cana. 



  

 Era publicano y arrendador de las rentas imperiales que se cogían de los tributos que pagaban los judíos, que era oficio odioso entre ellos, y así les llamaban con el nombre de pecadores.

   Estando pues un día Mateo sentado en la casa o aduana, pasó el Señor, y puso en él los ojos de su clemencia, y le dijo: «Sígueme»: y luego se levantó san Mateo tocado de Dios, y dejando el trato, dineros, casa y familia, le siguió. 




   Le cobró tanto amor, que le hizo un convite en su casa al cual hizo venir a otros publícanos y pecadores para que, atraídos de la dulzura y conversación del Señor, también le conociesen y amasen.

   Esto escribe en su Evangelio divino el mismo san Mateo, el cual se llama humildemente a sí mismo «Mateo el publicano», mientras los otros evangelistas le llaman con el nombre de Leví, para disimular la afrenta del oficio que ejercitaba antes de su vocación.

   Después de la subida del Salvador al cielo y la venida del Espíritu Santo, cupo a san Mateo la misión de Etiopía, y se llevó consigo el Evangelio que había escrito en lengua hebrea o siriaca para los judíos.

   Llegado a Etiopía el santo apóstol, se dice que entró en la ciudad de Nadaber, donde fue hospedado por aquel eunuco de la reina Candace, a quien bautizó san Felipe.

   Allí encontró dos magos que con sus malas artes pervertían al pueblo, más el santo apóstol les confundió con la virtud de Jesucristo, y resucitó a un hijo del rey Egipo, que los magos no habían podido resucitar.

   Con este prodigio se convirtieron el rey y la reina y sus hijos a la fe del Señor y gran parte del pueblo, siguiendo su ejemplo, se bautizó.

   Tenía el rey una hija llamada Ifigenia, la cual oyendo alabar al santo apóstol el estado virginal, se determinó con su parecer, de consagrarse a Dios en compañía de otras doncellas que se le juntaron con el mismo propósito; más habiendo muerto el rey Egipo, y apoderándose del reino un hermano suyo llamado Hirtaco, quiso éste casarse con Ifigenia, y que san Mateo se lo persuadiese: pero el santo apóstol se resistió: por lo cual el rey se enojó de manera, que mandó sus ministros a la iglesia donde el santo estaba diciendo misa para que le diesen la muerte; y así acabada la misa, fue el santo apóstol alanceado, quedando el altar del divino sacrificio rociado con su sangre.




   Con este martirio acabó su carrera apostólica, después de haber padecido muchos trabajos, obrado grandes milagros, edificado templos, ordenado sacerdotes y ganado para Jesucristo muchas almas en aquella remota provincia de Etiopía.


   Reflexión: En la vocación de san Mateo al apostolado, mostró el Señor sus entrañas de misericordia para darnos gran confianza que no desechará a cualquier pecador, por malo que haya sido y viniere a él; y para que entendamos que aunque no viniere y le cerrare la puerta, llamará a ella y si le abriere, entrara en su corazón y le perdonará sus pecados.





   Y juntamente nos propone el sagrado Evangelio la presteza con que san Mateo obedeció al Señor, para que la imitemos, y obedezcamos a la divina vocación, dando de mano si es menester a todas las cosas de la tierra y a todas las riquezas, gustos y vanidades del siglo, para ser verdaderos discípulos de Jesucristo, Señor nuestro.



   Oración: Asístenos, Señor, por los méritos de tu apóstol y evangelista, el bienaventurado Mateo, para alcanzar por su intercesión lo que no podemos conseguir por nuestras débiles fuerzas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORVM

DE LA FAMILIA CRISTIANA.