NOTA:
Conozcan la verdadera vida del campeón de Cristo San Valentín, mártir y
presbítero, y no lo confundan con “El día de los enamorados” pues en la batalla
que libró y de donde salió victorioso este gran mártir, no había ni flores, ni
chocolates. Hoy goza, ya no de las cosas mundanas, como los hombres que se
entregan a fiestas paganas y gustos sensuales, sino a los gozos del cielo. Gozo
celeste que no tiene fin y que en nada se parecen a los placeres mundanos. Este
mártir sólo conoció un sólo y verdadero amor, “el amor a Dios” por que quien no
ama a Dios, no puede amar a su prójimo.
Entre los numerosos mártires que en tiempo del
emperador Claudio derramaron su sangre
por Jesucristo, fué uno San Valentín, presbítero; el cual estando en Roma el emperador,
fué llevado a su presencia, maniatado y cargado de cadenas.
Luego que Claudio le vio, le dijo con blandas palabras: ¿Por qué no quieres gozar de nuestra amistad, sino ser amigo de los cristianos? Yo te oigo alabar de hombre sabio y cuerdo, y por otra parte te veo vano y supersticioso. Respondió Valentín: Si conocieses el don de Dios, serías dichoso tú, y bienaventurada tu república: abandonarías a los demonios y falsos dioses, y adorarías a Jesucristo, único Dios verdadero. Oyendo esto un letrado que estaba presente gritó en alta voz: Ha blasfemado de nuestros dioses. Y como Valentín siguiese platicando al emperador, llegó a ablandarle de manera, que Calpurnio, prefecto de la ciudad, exclamó a voces: ¿No veis cómo este nombre está engañando a nuestro príncipe? ¿Es posible que dejemos la religión que mamamos con la leche, y con que nos criaron nuestros mayores? Entonces Claudio, temiendo algún alboroto, mandó que a Valentín le retirasen de su presencia, pero que se le diese audiencia en otra parte, y que si no diese cuenta de sí, le castigasen como a sacrílego, y si la diese, no le condenasen.
Oyóle, pues, en su casa el teniente Asterio, y al entrar en ella Valentín, oró a Dios diciendo: ¡Oh luz verdadera del mundo! alumbrad a tantos hombres que viven ciegos en las tinieblas de la gentilidad. Al escuchar estas palabras, dijo el teniente: Si esto es así como lo dices, presto lo probaré: tengo una hija, que hace dos años que está ciega. Si tú la alumbrares y dieres vista, creeremos que Cristo es luz y Dios verdadero. Trajeron, pues, la doncella, y poniendo Valentín las manos sobre sus ojos, le restituyó la vista. Entonces Asterio y su mujer se echaron a los pies del santo, suplicándole que, pues, por su medio habían conocido a Cristo verdadera Luz, les dijese lo que habían de hacer para salvarse.
El santo les mandó hacer pedazos todos los ídolos que tenían y ayunar tres días, y perdonar a todos los que los habían agraviado, y después bautizarse, y con esto se salvarían. Asterio cumplió todo lo que le fué ordenado, y soltó a todos los fieles que tenían presos, y se bautizó con toda su familia, que era de cuarenta y seis personas. Supo esto el emperador, y teniendo recelo de alguna grande perturbación en Roma, por razón de estado mandó martirizar a todos con varios géneros de tormentos; y a san Valentín le hizo apalear y degollar en la vía Flaminia, donde el Papa Teodoro le dedicó un templo.
Reflexión: Habrás observado que la razón de estado costó la vida al glorioso San
Valentín y a tantos otros fieles de Cristo: como si la política estuviese sobre
la ley de Dios, y no estuviese la ley de Dios sobre todo gobierno y manera de gobernar.
Jamás ha sido ni será lícito obrar el mal para alcanzar algún bien: ni vale
aquí la imposible dualidad de personas pública y particular, inventada por los
liberales: porque si la una obra el mal, y la otra el bien, no irá la una al
infierno y la otra el cielo; sino que caerá en el infierno la persona pública,
y con ella la persona privada en un mismo réprobo.
Oración: Concédenos,
omnipotente Señor, por la intercesión del bienaventurado mártir Valentín, cuya
festividad celebramos, que seamos libres de los males que nos amenazan. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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