El glorioso anacoreta y
mártir san Sereno, fué griego de
nación, y trae su genealogía espiritual de aquel gran celador de la honra de
Dios y santísimo profeta Elias, cuyos
discípulos y descendientes, desterrándose por, los desiertos, vivían sobre la
tierra como ángeles en carne humana. Moraba, pues, san Sereno en Sirmio de Pannonia,
donde tenía un huerto que labraba y cultivaba para proveer a su necesario
sustento, gastando el resto del tiempo en la contemplación de las cosas
celestiales.
Vino un día al huerto del santo una mujer
hermosa y liviana, esposa de un grande amigo del emperador, y viendo allí unas flores
bellísimas, que el santo había plantado para su honesta recreación, se puso a
cortarlas, imaginando que por ser ella señora tan principal, tenía autoridad
para todo, y no había de reparar en el disgusto que causaba al humilde
solitario, a quien como mujer gentil miraba con sumo desprecio. Mas nuestro santo le echó en cara su descortesía,
y como viese no ser aquella hora, ni el venir sola, decente a su autoridad, honestidad
y modestia, reprendióla ásperamente, diciéndola que no convenía a su persona y
calidad entrar en el huerto de un solitario monje, y luego con una santa ira,
la echó fuera. La mujer, que así se vio a su parecer despreciada, escribió una
carta a su marido, desacreditando la virtud del honestísimo monje con una atroz
calumnia. Irritóse sobremanera el celoso marido, y acusó a Sereno delante del emperador, el cual mandó que se hiciese información
de aquel falso crimen para que se castigase al reo como se merecía.
Dio el santo cuenta de sí con tan admirable
llaneza, que bien entendió el juez su inocencia, y le absolvió. Entonces, el
perverso marido, por instigación de la mala hembra, le acusó y denunció por cristiano
y capital enemigo de los dioses del imperio, por lo cual Maximiliano le mandó
prender de nuevo y le obligó a sacrificar a los ídolos, o al menos a hincar como
él la rodilla para adorarlos. Negóse el santo a esta sacrílega veneración de los
demonios, y como perseverase constante en la confesión de Jesucristo, sin que bastasen
ruegos y amenazas a quebrantar su fe, mandó el tirano eme le cortasen la cabeza,
y en este suplicio recibió el santo la corona del martirio y de su virginal honestidad.
Reflexión: No
es nuevo en el mundo ser perseguido de mujeres livianas y antojadizas la honestidad
de los varones justos, y así es digno de alabanza el bienaventurado Sereno
cuando considerando el riesgo que podía venirle a su bendita alma de semejante
compañía, por ser la mujer deshonesta fuego y rayo que de repente abrasa y
hiere, reprendióla y la echó fuera de su jardín por conservar más pura su
castidad, mereciendo por este triunfo la corona y palma del martirio. Y aquí
has de saber, hijo mío, y asentar bien en tu corazón y en tu memoria, que en
estas y demás batallas de la castidad, el que huye es el más fuerte, y el que
mejor sabe huir, triunfa con mayor gloria de este capital enemigo. Apártate,
pues, de las conversaciones y amistades peligrosas; huye de los espectáculos
profanos, y ataja cualquiera pensamiento o imaginación contraria a la santa
pureza. Si quieres ser casto, esto has de hacer; y si esto no haces, es porque
no quieres ser casto.
Oración: ¡Oh
Dios omnipotente! Concédenos por la intercesión de tu bienaventurado mártir
Sereno, que seamos libres de todas las adversidades del cuerpo, y limpios de
todos los malos pensamientos del alma. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
“FLOS
SANTORVM”
De
la familia cristiana
Año
1949
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