“El que ama la verdad, y la busca de
buena fe,
la encuentra”.
Fue San Julián obispo de Alejandría, elevado
a aquella Silla el año 180, reinando Cómodo. Afirma el historiador Eusebio que fue
jefe de un número considerable de cristianos. Durante la persecución que
Marciano, presidente de Egipto, promovió contra la doctrina revelada, San
Julián, con gran número de fieles, sacerdotes y seglares, se refugió en la gran
soledad de Andrinópolis, suponiendo estar seguro en aquel retiro. Pero luego
supieron los paganos la concurrencia de cristianos que allí había y se
presentaron en aquel asilo con indecible furor. Animado Julián del valor propio
de los varones apostólicos, saliendo a su encuentro, se declaró defensor de la
santa comitiva y de la Ley Santa de Dios, opuesta a la idolatría y al
paganismo. Por lo que con diferentes clases de tormentos le probaron hasta exhalar
el último aliento en medio de ellos, y, no contentos con la sangre de este
héroe, dieron muerte a cinco mil personas que se hallaban en su compañía, que
siguieron el ejemplo de su caudillo en el año 189.
“LOS HÉROES DEL CRISTIANISMO”
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