Nació como Pedro Rosini el 29 de Junio de 1205 en Como
(Italia), de padres que profesaban la herejía albigense. A los siete años,
fue enviado a la escuela en Lombardía, donde aprendió la Fe Católica y se
convirtió a ella, a pesar de los halagos y amenazas de su familia. Un tío suyo le preguntó qué aprendía allí, y
respondió: «El símbolo de la Fe Católica. Quien no crea esta primera verdad
de la fe, no tendrá parte en la vida eterna»
A los 16 años fue a estudiar Leyes en la
Universidad de Bolonia, donde conoció al Angélico Padre Santo Domingo de
Guzmán, y le pidió el hábito de su Orden. Ordenado
sacerdote, predicó en Milán (donde fundó el convento de San Pedro del
Camposanto) y Venecia, llegando a ser prior del convento de Asti y luego de
Piacenza, dando gran ejemplo a sus hermanos religiosos. Catequizaba a los fieles, fundó cofradías para
propagar la devoción del Santo Rosario, predicó contra herejes y malos
católicos, obteniendo grandes conversiones (como Desiderio de Concorezzo, que rechazó en 1235 el libro
“La cena secreta” de los herejes; o Raniero Sacconi, que en 1245 compiló una
“Suma de herejías”) y obrando grandes milagros (una vez, predicando a pleno
sol, hizo que una nube diera sombra al auditorio). En Florencia (donde también estuvo, como también en Génova, Roma y su natal
Como) fue
director espiritual de los Siete Santos Servitas.
Cierto día, en su celda de Como se aparecieron Santa Inés,
Santa Cecilia y Santa Catalina de Alejandría y platicaron con él. Los demás
frailes, al oír la plática, pensaron que había violado la clausura
introduciendo mujeres en el convento, por lo que el prior lo apresó
en Ancona. Un
día, San Pedro se quejó diciendo ante el Crucificado: «¡Qué he hecho yo, bien mío, para que me traten así!», y la respuesta no se hizo esperar: «¡Y yo, Pedro, qué hice
para que me pusiesen aquí! Aprende de Mí a sufrir con alegría». Nunca más volvió a quejarse de nada, y en 1229 se reafirmó
su inocencia y fue liberado, restablecido como predicador.
Sus combates contra el demonio fueron de
gran renombre: Un día mientras predicaba en Florencia, el demonio se le
apareció en forma de caballo negro que corría desbocado para aplastarlo, y
nuestro Santo le hizo la señal de la Cruz, desapareciendo en el acto (a San Vicente Ferrer le ocurrió algo parecido en Murcia). Y en la iglesia de San Eustorgio de Milán, desenmascaró con la
Sagrada Forma a un demonio que se había disfrazado de una imagen de la Virgen
María (episodio que
Vicenzo Foppa hará pintar en la capilla Portinari).
Celebraba con mucha devoción el Santo
Sacrificio de la Misa (para
el cual se preparaba no bebiendo vino y comiendo solamente un plato de verduras
apenas cocinadas), y durante la Elevación, oraba diciendo: «Concédeme, Señor, que pueda morir por Ti, que por mí padeciste
la muerte».
En 1232, Gregorio IX le nombró Inquisidor general para
Lombardía, y el 12 de Junio de 1251 a través de la bula “Miséricors et miserátor” Inocencio IV le confirmó
como Gran Inquisidor de Lombardía junto a
Viviano de Bérgamo, para contrarrestar al obispo albigense de Tolosa Bernard
Marty, que se refugió en Cremona de la Cruzada que en su contra movió el rey de
Francia.
El Domingo de Ramos (31 de Marzo de 1252), San Pedro
profetizó (aparte de la guerra en
Lombardía por los alemanes, y que el castillo de Gaettado caería hasta sus
cimientos y que los restos de dos obispos herejes serían quemados en la
hoguera), su
propia muerte, diciendo:
«Sé
con certeza que mi muerte ya ha sido decretada por los herejes, y que están
preparando el dinero para ello. Que hagan lo que quieran, porque voy a luchar
más contra ellos estando muerto que estando vivo».
Así sucedió el
Sábado Santo 6 de Abril: mientras se dirigía a Milán, aún aquejado de fiebres
cuartanas, con el Beato Domingo para el juicio a un hereje (el domingo 7 terminaban las dos semanas de gracia),
mientras
cantaban la secuencia “Víctimæ Pascháli
láudes”, fueron asaltados en el bosque de Barlassina
por Pedro Carino de Balsamo, un mercenario que recibió 25 milaneses (40
libras) de plata del obispo hereje Daniel de Giussano (que posteriormente se convertiría al catolicismo y
entraría a la orden dominica) y los nobles milaneses Stefano Confalonieri, Giacomo della
Clusa, Manfredi Chrono y Guidotto Sachella, a los que San Pedro fustigaba por
sus herejías, tropelías y desmanes. San Pedro recibió un
hachazo en la cabeza y una puñalada en el pecho, mientras que su compañero (que le sobrevivió cinco días en
Meda) recibió varias puñaladas
de Manfredo Clitoro de Giussano
(Albertino Porro, otro de los sicarios, se dio a la fuga antes del crimen). Antes de morir, San Pedro
escribió con su sangre el Credo.
Inocencio IV lo canonizó el 24 de Marzo de 1253 con la bula “Magnis et Crebris”, por los muchos milagros que sucedían en su tumba en la iglesia de
San Eustorgio de Milán (primero
fue sepultado en la iglesia de San Simpliciano). Pero el primero de ellos fue la conversión de su
asesino: Estando en espera de su
ejecución en la horca, Pedro Carino pidió a San Pedro Mártir le perdonara y le
diera la libertad. Las puertas de la cárcel se abrieron y él se dirigió a Roma
para que el Papa le absolviera (aunque
el podestà de Milán, Oldrado de Tresseno, fue destituido tras ser acusado de
complicidad). De camino a Forlí, cayó
enfermo y siendo atendido por los monjes dominicos en el hospicio de San
Sebastián, reveló quién era y lo que hizo, prometiéndole al Santo que si le
otorgaba la salud, se haría monje. Dicho y hecho, tomó el hábito dominico e
hizo penitencia en el convento de Santiago hasta su muerte en 1293, dirigido
por el beato Santiago Salomoni de Venecia. Antes de morir, pidió que su cadáver
fuera arrojado a la fosa común de los ajusticiados en la Plaza Santo Domingo,
pero al obrarse tantos milagros, sus restos fueron trasladados al convento de
Forlí diez años después. Pedro Carino fue beatificado en 1822.
En el verano de 1253, en el Capítulo provincial dominico, el
Arzobispo de Milán León de Perego hizo colocar al santo mártir en un sarcófago
de mármol en la nave izquierda de la iglesia de San Eustorgio. No obstante,
eso, los dominicos hicieron una colecta y en 1336 encargaron al escultor
Giovanni Balduccio construir un monumento similar al de Santo Domingo en
Bolonia. El encargo fue terminado en 1339, y el 4 de Junio del año siguiente,
en ocasión del Capítulo General, sus restos fueron trasladados al arca
monumental, y el cráneo fue trasladado a la capilla Portinari de la iglesia de
San Eustorgio. Santa Catalina de Siena lo elogió así en sus Diálogos:
«Él odió la herejía tanto
que estuvo pronto a dejar la vida. Y mientras vivió, su cuidado continuo fue la
de orar, predicar, disputar con los herejes y confesar, anunciando la verdad y
propagando la fe sin temor alguno».
ORACIÓN
(del Misal dominico)
Concédenos te suplicamos, Dios Omnipotente, que podamos
seguir prontamente y con devoción la fe de tu bienaventurado Mártir San Pedro,
que por la propagación de esa misma Fe mereció obtener la palma del martirio. Por J. C. N. S. Amén.