Ninguno antes que el venerable Reda insertó en su Martirologio la
memoria y nombre del profeta Ezequiel en orden a su festividad en la Iglesia,
cuyos vestigios siguieron después Floro, Adon, Rábano y otros. En el
Martirologio romano se lee que fue muerto en Babilonia por el juez del pueblo
hebreo, y sepultado en el sepulcro de Sem y Arfaxad.
Si es oscura la profecía de Ezequiel por sus alegóricos é inescrutables
misterios, no lo es menos la historia de su vida. Solo sabemos ciertamente lo
que él mismo testifica en el principio de aquella; a saber, que fue hijo de
Buzo, sacerdote de la ley antigua, existente entre los caldeos en tiempo que
Jeremías profetizaba en Jerusalén, constándonos en orden a sus profecías o
revelaciones que le habló el Señor cerca del rio Cobar o Éufrates, a los
treinta años de su edad, cinco de la transmigración, o cautiverio del rey Joachín
con el pueblo judío a Babilonia, tres mil cuatrocientos cuarenta de Ia creación
del mundo, seiscientos trece antes de nuestra era, según los cálculos de
Saliano, aunque otros computan de diferente manera. Pero, como se nota en el
capítulo XXIX que fue el año veinte y siete de la transmigración, se infiere
que a lo menos profetizó veinte y dos años, pues la duración cierta del tiempo
que ejerció este ministerio es cosa oscura, como lo es su vida.
El Padre san Jerónimo
en el prefacio a este Profeta contesta la filiación dicha, y que principió a profetizar
en el año quinto del cautiverio del rey Joachín en Babilonia; y
añade, que
sus admirables visiones comprensivas de muchos misterios las dijo, no en estilo
sublime ni infinito, sino en un medio capaz de que las entendiese el pueblo,
observando con sabia industria este método, a fin de que no pudiesen percibir
los de Babilonia las reprensiones que hacía a los judíos, para que no les
afligiesen más duramente. El
mismo santo Doctor escribe que se significa por el nombre de Ezequiel la fortaleza de
Dios, mediante a que predicaba al pueblo incrédulo y contumaz con mucho valor y
espíritu, procediendo con igual valentía contra los profetas falsos que
solicitaban seducir a los hebreos en el cautiverio, en contraposición de sus
oráculos.
El autor del libro de la vida y muerte
de los Profetas y Santos del Antiguo y Nuevo Testamento
escribe que fue
la causa de su muerte el haber reprendido con celo vehemente las impías
supersticiones de las tribus de Israel; y
san Atanasio en el libro de la Encarnación del Verbo
dice que
padeció por su pueblo, porque les profetizaba las cosas futuras.
En las sagradas Letras no nos consta cosa alguna acerca del lugar de su
sepulcro; y aunque se dice fue en el que antiguamente se enterraron Sem y
Arfaxad, progenitores de Abrahán, sospechan algunos críticos que esta asignación
y otros milagros que se atribuyen a este Profeta han sido ficciones de los
rabinos, supuesto que Daniel, Baruc, Esdras, Josefo y Filón, versados entre los
caldeos, no escriben semejantes hechos.
AÑO CRISTIANO
POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía
de Jesús. (1864).
Traducido del francés. Por el P. J. F.
de ISLA, de la misma Compañía.
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