Decimos de algunos Mártires particulares, porque
no pretendemos aquí dar una historia de todos los mártires que ha habido en la
Iglesia, sino tan solo referir al azar, sin guardar orden de tiempos ni de
personas las victorias de algunos santos que mayor
intrepidez mostraron en sus combates, y sufrieron tormentos los más acerbos que
inventar pudiera la crueldad de los tiranos. En algunas de nuestras
narraciones, parecerá increíble como los perseguidores de la fe pudieron hasta
tal punto encarnizarse contra los santos Mártires, siendo estos inocentes y no
haciendo mal a nadie. Pero ¿de dónde podía
nacer aquella fiereza de los bárbaros tiranos? En primer lugar, nacía del odio
que generalmente tenían a los cristianos, los cuales con la santidad de
sus costumbres y virtudes eran el más terrible acusador de la vida infame de
aquellos. Nacía
también de las instigaciones de los demonios, que aborrecían con más furor
aquellos santos que con sus heroicos ejemplos promovían más especialmente el
ardor de la fe, y animaban los demás a que los imitasen.
Pero nacía sobre todo del despecho que estos
tiranos concebían contra los mártires al verse vencidos por niños, por tiernas doncellas y por
hombres sencillos e ignorantes que les echaban en cara la locura de querer
seguir una falsa religión que admitía todos los vicios, y hacia adorar unas
deidades falsas y depravadas cuya vida, según enseñaban los mismos gentiles, no
era más que una serie de torpezas e iniquidades que les habían atraído la
execración de los hombres. Se aumentaba su
rabia por la multitud de prodigios que sucedían por intercesión de aquellos
santos: veían a las fieras echarse humilladas a sus
pies; veían las ascuas y el plomo derretido que no les causaban daño, y otros
portentos semejantes. Poníanse a gritar: ¡Magia!
¡magia! ¡prestigio! ¡encantamientos! Pero
los pueblos
en vista de aquellos prodigios se convertían y abrazaban la fe a millares. Esto es lo
que hacía bramar de rabia a los inicuos jueces. Creían
estos infundir el terror inventando nuevos tormentos, y extinguir la fe matando
cristianos; pero cuanto más multiplicaban los tormentos y cuantos más cristianos
hacían morir, en vez de disminuirse, crecía el número de los fieles que se
ofrecían al martirio. Cuenta Tertuliano que
hallándose gobernador del Asia un cierto hombre llamado Arrió,
presentósele un día tan considerable
multitud de cristianos que confesaban a Jesucristo, que tuvo repugnancia de hacer morir tanta gente. Mandó matar a algunos, y
dijo a todos los demás: Vosotros si
ganas tenéis de morir no faltan precipicios a donde podéis arrojaros, andad pues;
y así les dio libertad.
Así que, como ya hemos dicho, no se proyecta aquí dar una historia
general de los Mártires, sino de algunos de ellos más notables. Ni eche
menos alguno si, hablando de algún mártir, no describo minuciosamente las
circunstancias que en otros libros se encuentran, pues solo procuramos manifestar aquellos hechos más
ciertos y extraídos de autores aprobados, prescindiendo de algunas particularidades,
que no diré ser falsas, pero que he hallado dudosas o deducidas de documentos
inciertos o sospechosos de falsedad.
Observa el cardenal Baronio en sus
Anales (año 307, n. 23) que
al escribir las vidas de los santos «más vale referir pocas cosas y ciertas,
que muchas e inciertas, pues las pocas, cuando son verdaderas, son recibidas
por el lector con agrado y aprovechamiento; pero, al contrario, cuando se le
proponen cosas dudosas mezcladas con las verdaderas, entonces sucede que tiene
por sospechosas hasta las que son verdad.» Y por esto conviene omitir aquellos hechos que tienen
sospecha de falsedad; con tal, añado yo, que la sospecha no sea aérea, sino
fundada sobre algún juicio razonable; pues cuando el autor que las refiere no
tiene fama de mala fe, o que todo lo va hacinando sin distinción, sino que es
antiguo y de probidad, instruido y exacto, y no hay pruebas positivas para
dudar de la veracidad de las actas del martirio; no es justo reprobar sus
aserciones, en especial cuando aquel hecho está apoyado en una antigua y no
contrariada tradición. Digo esto, porque algunos autores parece que
hacen gala de dudar de todo. La
crítica y el discernimiento en la elección de los hechos y de los autores que
se siguen es muy necesaria para honor de la verdad, pero cuando la crítica es
excesiva, llega a dañar a la verdad misma. Así como es debilidad el querer
creerlo todo lo que se escribe sin fundamento, así también por el contrario es
una especie de temeridad el querer ponerlo todo en duda, y en especial el pretender
negar el crédito a los hechos más prodigiosos de los santos, solo porque son
muy prodigiosos. Preciso es
persuadirse que Dios puede mucho más de lo que nosotros podemos
comprender con la débil y limitada luz de nuestro entendimiento. Al
escribir estos triunfos de los
Mártires, he
puesto todo el cuidado que me ha sido posible, extrayendo los de los autores más
doctos, fidedignos y bien reputados. He cercenado todas las palabras inútiles, y
ciertas particularidades inoportunas, procurando presentar lo substancial con
claridad y precisión, y escogiendo entre los triunfos de los Mártires aquellos que están llenos de rasgos heroicos y de
documentos importantes, y que más pueden conducir a nuestra edificación. Empecemos pues a describir sus
victorias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario