martes, 30 de julio de 2024

SAN ABDÓN Y SAN SENÉN, MÁRTIRES. (+ 250). — 30 de julio.

 




   Los nobilísimos y portentosos mártires de Cristo Abdón y Senén fueron persas de nación, y caballeros principales y muy ricos en su patria; los cuales siendo cristianos y viendo padecer a los que lo eran graves tormentos y muertes atroces, imperando Decio y persiguiendo crudamente a la Iglesia, se ocupaban en consolar las almas de los que padecían por Cristo, y en dar sepultura a los cuerpos de los que con muerte habían alcanzado la vida. 


   Supo esto Decio: le mandó prender y traer a su presencia, habiéndolos oído, y sabiendo por su misma confesión que eran cristianos, les mandó echar cadenas y prisiones, y guardar con otros cautivos de su misma nación que tenía presos, porque quería volver a Roma y entrar triunfando, y acompañado de todos estos presos y cautivos para que su triunfo fuese más ilustre y glorioso.


   Se hizo así: entró en Roma el emperador con gran pompa acompañado de gran multitud de persas cautivos, entre los cuales iban los santos mártires Abdón y Senén ricamente vestidos, como nobles que eran, y como presos, cargados de cadenas y grillos.



   Después mandó Decio a Claudio, pontífice del Capitolio, que trajese un ídolo y le pusiese en un altar, y exhortándoles que le adorasen, porque así gozarían de su libertad, nobleza y riquezas.


   Más los santos, con gran constancia y firmeza, le respondieron que ellos a solo Jesucristo adoraban y reconocían por Dios, y a Él le habían ofrecido sacrificio de sí mismos.


   Los amenazó con las fieras, y ellos se rieron.







   Los sacaron al anfiteatro, y quisieron por fuerza hacerlos arrodillar delante de una estatua del sol, que allí estaba; pero los mártires la escupieron, y fueron azotados y atormentados cruelmente con plomos en los azotes, y estando desnudos y llagados, aunque vestidos de Cristo y hermoseados de su divina gracia, soltaron contra ellos dos leones ferocísimos y cuatro osos terribles, los cuales, en lugar de devorar a los santos, se echaron a sus pies y los reverenciaron, sin hacerles ningún mal.




   El juez Valeriano, atribuyendo este milagro a arte mágica, mandó que los matasen; y allí los despedazaron con muchos y despiadados golpes y heridas que les dieron, y sus almas hermosas y resplandecientes subieron al cielo a gozar de Dios, dejando sus cuerpos feos y revueltos en su sangre.


    Los cuales estuvieron tres días sin sepultura, para escarmiento y terror de los cristianos; pero después vino Quirino, subdiácono (que se dice escribió la vida de estos santos), y de noche recogió sus sagrados cadáveres y los puso en un arca de plomo, y los guardó en su casa con gran devoción.


   E imperando el gran Constantino, por revelación celestial fueron descubiertos y trasladados al cementerio de Ponciano.






   Reflexión: Decía Marco Tulio, adulando al emperador Cayo César que acababa de perdonar generosamente a Marco Marcelo: «Has rendido muchas naciones y domado gentes bárbaras y triunfado de todos tus enemigos; pero hoy has alcanzado la más ilustre victoria, porque perdonando a tu enemigo te has vencido a ti mismo».


   ¿Pues quién duda que según esta filosofía, mayor victoria alcanzaron los santos Abdón y Senén atados al carro triunfal de Decio, que el otro emperador que acababa de sujetar a los persas?


   ¡Oh! ¡Cuán grande gloria es padecer afrentas por Cristo! «Más gloriosa, dice san Crisóstomo, es esa ignominia que la honra de un trono real, y del imperio del mundo».




   Oración: Oh Dios, que concediste a tus bienaventurados mártires Abdón y Senén un don copioso de tu gracia, para llegar a tan grande gloria; otórganos a rastros, siervos tuyos, el perdón de nuestros pecados, para que por sus méritos nos veamos libres de todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.



jueves, 11 de julio de 2024

SAN PÍO I, papa y mártir. (+ 167) — 11 de julio.

 



   San Pío, primero de este nombre, glorioso pontífice y mártir de Cristo, fué natural de la ciudad de Aquileya e hijo de Rufino, el cual después de haberle instruido en la fe cristiana, le envió a Roma para que saliese bien enseñado en las letras humanas y divinas. 


   Es opinión de muchos que el papa Higinio le consagró después por obispo, y repartió con él la solicitud pastoral de toda la Iglesia.


   Habiendo aquel santo pontífice alcanzado la gloriosa palma del martirio, vacó la Sede apostólica solos tres días, porque era muy crecido en Roma el número de los saltos, (que así se llamaban los fieles): los cuales después de emplear aquellos tres días en ayunos, vigilias y oraciones, eligieron por voz común a san Pío, y le nombraron vicario de nuestro Señor en la tierra. 





   Ordenó muchas cosas de grande utilidad para la santa Iglesia: Señaló las penitencias que habían de hacer los sacerdotes que fuesen negligentes en administrar el santísimo Sacramento; mandó que fuesen inviolables las heredades de las iglesias, y que no se consagrasen las vírgenes que profesan perpetua continencia hasta tener veinticinco años.


   Hizo un decreto por el cual mandaba que la santa Pascua se celebrase siempre en domingo como lo habían instituido los apóstoles; consagró en Roma las Termas Novacianas a honor de santa Potenciana; anatematizó a los infernales heresiarcas Valentín y Marción, y escribió varias epístolas, en las cuales resplandece la santidad y celo de este venerable pontífice.


   En una de ellas que escribió a Justo (a lo que parece obispo de Viena), le dice: «Ten cuidado de los cuerpos de los santos mártires, como de miembros de Cristo, que así le tuvieron los apóstoles del cuerpo de san Esteban. Visita a los santos que están en las cárceles, para que ninguno se entibie en la fe. Los clérigos y diáconos te respeten y reverencien, no como a mayor sino como a ministro de Jesucristo. Todo el pueblo descanse, y sea amparado y defendido con tu santidad. Quiero que sepas, compañero dulcísimo, que Dios me ha revelado que tengo de acabar presto los días de mi peregrinación: sólo te ruego que estés firme en la unión de la Iglesia, y que no te olvides de mí. Todo el senado y compañía de los sacerdotes y ministros de Cristo que está en Roma, te saluda, y yo saludo a todo el colegio de los hermanos en el Señor, que están contigo. »


   Todo esto es de san Pío, el cual después de haber acrecentado mucho la Iglesia de Dios con su celestial espíritu y gobierno, fué delatado, y cargado de cadenas, y muerto por la fe de nuestro Señor Jesucristo, como tantos otros pontífices de los primeros siglos de la Iglesia.





   Reflexión: Para que veas la reverencia que has de tener al santísimo Sacramento, lee las graves penas que puso san Pío I a los sacerdotes que por su negligencia derramasen alguna parte del vino consagrado:


   «Si cayere, dice, la sangre de Cristo en el suelo, hagan penitencia por espacio de cuarenta días; si en los corporales, por tres: si penetró hasta el primer mantel, por cuatro; por nueve si llegó al segundo; y por veinte si caló hasta el tercero. En cualquier parte donde cayere, séquese todo lo que hubiese mojado; si esto no se pudiese, lávese con cuidado o raígase; y recogiendo todo lo lavado o raído, quémese y échense las cenizas en la piscina.»


   Considera pues con qué devoción y pureza de alma y cuerpo, se ha de recibir este divino sacramento, que con tanto cuidado se ha dé tratar.



   Oración: Atiende, oh Dios todopoderoso, a nuestra flaqueza, y alívianos del peso de nuestros pecados, por la intercesión de tu bienaventurado mártir y pontífice Pío I. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

sábado, 6 de julio de 2024

SANTO TOMÁS MORO, mártir. (1478-1535). —6 de julio.

 



1. La personalidad de Tomás Moro.



   En la historia del pensamiento, existen pocas personalidades tan ricas y complejas como la de Santo Tomás Moro. Sus biógrafos coinciden en destacar que fue «un excelso humanista, un juez recto y prestigioso, embajador, consejero y Canciller eximio de Inglaterra, el mejor de los amigos y modelo de padre y esposo». Luis Vives destacó su «agudeza de ingenio, profundidad de juicio, la excelencia y variedad de su erudición, la elocuencia de su discurso, la integridad de su conducta, su sana intuición, su eficacia, la suavidad de su modestia, su rectitud y su inquebrantable lealtad». La Iglesia Católica lo hizo santo en 1935.



2. Su biografía.



Primera etapade formación (1478-1510).



   Nace el 6 o el 7 de febrero de 1478 en Londres; hijo de Juan Moro, abogado, juez y caballero que influyó decisivamente en su vocación jurídica. Estudió en el Colegio de Saint Anthony, pero pocos detalles se conocen de sus primeros pasos hasta que entra al servicio, como paje, del Cardenal Morton, lo que fue providencial para su carrera.




   En Oxford, de los 14 a los 16 años estudia literatura y filosofía, se enamora de los estudios humanistas, y vive la austeridad, rayana en la pobreza, impuesta por su padre, como una forma de educación. En 1494 inicia los estudios de Derecho, ingresando en las Inns en Londres, primero en la New Inn, y en 1496 en la Lincoln’s Inn.


   Entre 1498 Y 1502 Tomás Moro reside en la hospedería del Monasterio Cartujo «The Salutation of The Mother of God», por lo que algunos biógrafos han especulado con su vocación religiosa. En cualquier caso, «la vida de Tomás Moro quedó escindida entre dos actividades: la profesional de abogado y la intelectual de humanista a la que nunca renunció».


   En 1504 Y en 1510 fue miembro del Parlamento. Se opuso a la petición de contribuciones al reino que Enrique VII planteó. El Rey no olvidó esta intervención y en 1508 Moro viajó a las Universidades de Lombardía y París porque «no podía vivir en Inglaterra sin grave riesgo».


   En 1505 se casó con Jane Colt, con la que tuvo cuatro hijos: Margarita (Maggie, que jugaría un papel destacado en la vida de Tomás Moro, acompañándole con dolor y ternura hasta el último momento), Isabel, Cecilia y Juan. Este matrimonio duró hasta 1511, en que murió su esposa. En 1510, una vez muerto Enrique VII, Moro es nombrado «Under-Sheriff’ de la ciudad de Londres, y al mismo tiempo el equivalente a un Juez de Paz de Hampshire. A los 30 años Moro era un famoso abogado que intervenía en los asuntos más importantes que se conocían ante los Tribunales







Segunda etapade madurez (1511-1528).




   En el año de 1511 Tomás Moro enviudó y volvió a casarse con Alicia Middleton.


  Son los años de la madurez profesional y de creación intelectual. En 1514 es admitido en la Sociedad de Doctores, como prueba de lo anterior. Comienza entonces una actividad entre profesional y política, que es la de formar parte de las Embajadas que el Rey envía a Europa. Así en 1515 viaja a Flandes (Brujas y Bruselas) para resolver conflictos comerciales entre ambos países. En 1517 viaja a Calais. En 1520 vuelve a Brujas y Bruselas, para resolver controversias comerciales. En 1527 acompaña al Cardenal-Canciller WOLSEY a Amiens y a Cambrai para entrevistarse con el Rey y firmar la paz con Francia.


  En 1518, es Consejero del Rey Enrique VIII, quien le nombra «Master of Resquests», y en 1521 Vicetesorero del Reino; concediéndosele el título de «Knigt», esto esCaballero, al igual que lo fuera su padre. En 1523, actúa como «Speaker» en el Parlamento siendo sus funciones las de presidir y encauzar los debates en los Comunes e intermediar entre el estamento y la Corona. Un año después, en 1524, ocupa los puestos de Canciller del Ducado de Lancaster y de «High Steward» en la Universidad de Cambridge, participando activamente en la política interior y exterior del Reino.




Tercera etapade plenitud (1529-1535).



   Es la etapa que ve a Tomás Moro alcanzar su más alta cumbre política y en la que comienzan los sufrimientos morales.


  El Canciller-Cardenal WOLSEY fracasa en sus gestiones con Roma para resolver «el asunto familiar», y entrega el Gran Sello de los Cancilleres (dimite) el 19 de octubre de 1529. Seis días más tarde Tomás Moro es nombrado Canciller.


   Pero, ¿de qué se trata con el «asunto familiar» o también llamado «asunto del Rey»? En esencia eran dos cuestiones. Primera, cuando Ana Bolena, amante del Rey, queda embarazada, éste decide apartarse de su esposa legítima Catalina, hija de los Reyes Católicos, aduciendo que la dispensa que se había otorgado para el matrimonio entre Enrique VIII y Catalina era nula, y por ello también el matrimonio, porque Catalina había estado casada con el hermano mayor de Enrique, el Príncipe Arturo. Y segunda, como la Santa Sede se opuso a declarar nula la dispensa, Enrique VIII, con el consentimiento del Parlamento, se erige en Jefe de la Iglesia de Inglaterra con potestad normativa en materias eclesiásticas. Tomás Moro no pudo en conciencia aceptar esta situación y renunció al cargo de Canciller en 1532.

  



   A partir de este momento comienza su calvario. Es recluido en la Torre de Londres en 1534, por traición, al no querer reconocer en el Rey la condición de Jefe de la Iglesias de Inglaterra. Durante los quince meses de prisión soportó extremas condiciones materiales; las presiones de familiares, especialmente de su mujer, y de amigos, para que cediera en su posición; y la certeza de que esa posición y la crueldad de Enrique VIII le llevarían a la muerte. Fue decapitado el 6 de julio de 1535. Está enterrado en una bóveda subterránea anexa a la Capilla Católica de San Pedro ad Vincula, que se encuentra en la Torre de Londres.







La condición de humanista.


   Tomás Moro reunió las condiciones humanas que hicieron de él un modelo o prototipo de humanista cristiano. Comparable a los humanistas del Renacimiento, reflejó en sus obras una profunda preocupación por la persona humana y al mismo tiempo un hondo conocimiento del legado cultural greco-romano.


Entre tales condiciones humanas, podemos destacar las siguientes:


– La investidura intelectual. Tomás Moro fue, ante todo, un hombre culto, como lo eran los humanistas de su tiempo, y con una cultura universal que abarcaba casi todas las áreas del saber. Esta investidura le venía de sus estudios, lecturas y formación, y en ellas basó el don de la ironía, que aplico y utilizó, incluso, en las circunstancias más trágicas.


– El humanismo. Tomás Moro defendía un humanismo caracterizado por la preocupación por el hombre integral y por su alma trascendente, por el sentido de la amistad, por el profundo conocimiento del legado greco-romano, por su permanente deseo de ser mejor, y por el cultivo de las virtudes tanto humanas como sobrenaturales.


– La utopía. Tomás Moro utilizó esta técnica para describir una organización social y política ideal, fruto de su imaginación, que tenía visos de irrealizable pero que contenía una crítica de la situación existente en su época. Ser utópico no es soñar lo imposible o lo inasequible, sino soñar lo que es difícil. Por primera vez en la historia del pensamiento abordó el tema de la igualdad.


– Competencia profesional. Como jurista, parlamentario (“speaker” en la Cámara de los Comunes), decano universitario, embajador y Canciller de Inglaterra (primer ministro), Tomás Moro demostró su preparación y competencia profesional. Supo hacer compatible un espíritu contemplativo, que experimentó directa y personalmente en la hospedería de un Monasterio cartujo, con el ejercicio de su profesión y la defensa de sus deberes cívicos, demostrando que ello no era contrario al desprendimiento espiritual del cristiano.


– Sentido de la familia. Consta que Tomás Moro en sus dos matrimonios fue un marido y un padre excepcionalmente afectuoso y preocupado por los estudios de humanidades de su mujer e hijos. Las “Cartas desde la Torre” a su hija Maggie lo acreditan.





– Sentido de la amistad. La consideraba como una rara felicidad que resistía los vientos contrarios de la fortuna, como un regalo noble y augusto que procede de la benevolencia de Dios. Mantuvo relaciones de amistad con los protagonistas de la cultura del Renacimiento, especialmente con Erasmo de Rotterdam.


– Sentido de la lealtad. Tomás Moro cultivó esta virtud respecto de la fe cristiana hasta el punto de llevarlo al martirio. Pero además fue leal a la Corona que sirvió, lo que no le impidió mantener su posición contraria al Rey Enrique VIII, sabiendo que ello le llevaría a caer en desgracia y a la muerte.


   Las cualidades que hemos destacado de Tomás Moro, justifican plenamente que le consideremos el primero de los humanistas.


   Además, como se analiza en esta Jornada, el Papa Juan Pablo II lo proclamó Patrono de los gobernantes y los políticos, a petición de Jefes de Estado y de Gobierno, Conferencias Episcopales, Obispos, numerosas instituciones de diversa orientación política, cultural o religiosa, porque de la figura de Tomás Moro emana un mensaje de inalienable dignidad de la conciencia, de primacía de la verdad sobre el poder, de coherencia moral y de una política que tenga como fin el servicio a la persona, virtudes todas ellas propias del auténtico humanista.


   Tomás Moro enseñó que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes, y desde este imperativo moral gestionó las controversias sociales, tuteló y defendió con gran empaño a la familia, promovió a la educación integral de la juventud, y mantuvo un profundo desprendimiento de honores y riquezas, una humildad serena y jovial, un equilibrado conocimiento de la naturaleza humana, el buen humor y la ironía, y una seguridad en sus juicios y convicciones basado en la fe.


   Tomás Moro ilustró con claridad una verdadera ética política, defendiendo a la Iglesia de las indebidas injerencias del Estado, y dando primacía a la libertad de conciencia de la persona frente al poder público.






SU MUERTE



   Mantuvo hasta el final su sentido del humor, confiando plenamente en el Dios misericordioso que le recibiría al cruzar el umbral de la muerte. Mientras subía al cadalso se dirigió al verdugo en estos términos:

   —«¿Puede ayudarme a subir?, porque para bajar, ya sabré valérmelas por mí mismo».

   Luego, al arrodillarse dijo: «Fíjese que mi barba ha crecido en la cárcel; es decir, ella no ha sido desobediente al rey, por lo tanto, no hay por qué cortarla. Permítame que la aparte».


   Finalmente, ya apartando su ironía, se dirigió a los presentes:


   «I die being the King’s good servant—but God’s first» «Muero siendo el buen siervo del Rey, pero primero de Dios».





   Moro no fue el único que estuvo en la encrucijada de si debía seguir al Rey Enrique VIII o a la Iglesia Romana. El por entonces recién nombrado cardenal Juan Fisher también pasó por el mismo trance; Enrique VIII le mandó el capelo cardenalicio cuando Fisher estaba en prisión, y fue también ejecutado. Tomás Moro fue beatificado junto a otros 53 mártires entre ellos John Fisher por el Papa León XIII en 1886, y finalmente proclamado santo por la Iglesia Católica el 19 de mayo de 1935 junto a John Fisher, por el Papa Pío XI.