La degollación del Precursor de Cristo san Juan Bautista a quien mandó matar el impío y sacrílego tetrarca Herodes Antipas, hijo de aquel Herodes llamado Ascalonita que mató a los inocentes, refiere el sagrado Evangelio de esta manera:
«Envió Herodes a prender a Juan, y le aherrojó en la cárcel por amor de Herodías, mujer de su hermano Filipo, con la cual se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: “No te es lícito tener por mujer a la que es de tu hermano”.
Por eso Herodías le armaba asechanzas a Juan y deseaba quitarle la vida; pero no podía conseguirlo, porque Herodes, sabiendo que Juan era un varón justo y santo, le temía y miraba con respeto, y hacía muchas cosas por su consejo, y le oía con gusto.
Más, en fin, llegó un día favorable al designio de Herodías, en que por la fiesta del nacimiento de Herodes, convidó a éste a cenar a los grandes de su corte, y a los primeros capitanes de sus tropas, y a la gente principal de Galilea.
Entró la hija de Herodías, bailó, y agradó tanto a Herodes y a los convidados, que dijo el rey a la muchacha: “Pídeme cuanto quisieres, que te lo daré”; y añadió con juramento: “Sí: te daré todo lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.
Y habiendo ella salido, dijo a su madre: “¿Qué pediré?” le respondió: “La cabeza de Juan Bautista”.
Y volviendo al instante a toda prisa a donde estaba el rey, le hizo esta demanda: “Quiero que me des luego en una fuente la cabeza de Juan Bautista”.
El rey se puso triste; más en atención al impío juramento, y a los que estaban con él a la mesa, no quiso disgustarla, sino que, enviando a un alabardero, mandó traer la cabeza de Juan en una fuente.
El alabardero, pues, le cortó la cabeza en la cárcel, y la trajo en una fuente, y se la entregó a la muchacha, que se la dio a su madre.
Lo cual sabido, vinieron sus discípulos, y cogieron su cuerpo, y le dieron sepultura.» (San Marcos, cap. v, v. 17-30).
Reflexión: Exclama aquí san Ambrosio, diciendo:
« ¡Cuántas maldades en un solo crimen! ¿Quién no pensara que el ir del convite a la cárcel era para poner en libertad al profeta? ¿Qué tienen que ver las delicias del festín con las sangrientas crueldades, y el alborozo de la orgía con el luto de la muerte? Y con todo, en aquella hora es degollado el santo profeta y es presentada en un plato su sagrada cabeza. Tal plato faltaba a aquella crueldad feroz que no había podido hartarse con los otros manjares de la mesa. Mira, oh rey sin entrañas, ese espectáculo digno de tu convite. Extiende la mano, toma esa cabeza y baña tus dedos con los arroyos de esa sangre bendita: y ya que tu hambre y tu sed de fiera sangrienta no han podido saciarse con otros manjares y con otras bebidas, bebe esa sangre que derraman aún las venas de esa cabeza cortada. Mira esos ojos sin lumbre que aún son testigos de tu crimen y se apartan para no ver las liviandades de tu orgía: que no tanto los cierra la muerte como el horror de tu lujuria. Esa boca de oro, cuyo lenguaje no podías sufrir, muda está y desangrada, pero es aún para ti harto temible.»
Hasta aquí son palabras de san Ambrosio, las cuales se han puesto aquí, para que se vea la horrenda maldad que puede cometer un hombre víctima de la lujuria y del respeto humano.
Oración: Te rogamos, Señor, que en la venerable festividad de san Juan Bautista tu precursor y mártir, alcancemos los saludables efectos de tu divina gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA
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