martes, 23 de septiembre de 2025

SAN LINO, PAPA Y MÁRTIR. —23 de septiembre.

 




   Fué san Lino italiano de nación y natural de la ciudad de Volterra, que es en la provincia de Toscana; su padre se llamó Herculano, hombre noble y principal.

 


   Estando en Roma y oyendo predicar al apóstol san Pedro, le siguió y fué uno de los primeros discípulos que allí tuvo. Vio el sagrado apóstol grandes prendas de virtud, letras y prudencia en Lino, y se sirvió de él en la predicación y administración de los santos sacramentos; y después le hizo como su coadjutor y ministro para todas las cosas a que él no podía acudir, y todo lo preveía Lino con la dirección y autoridad de san Pedro, con mucha prudencia y solicitud. Después del martirio del glorioso apóstol san Pedro, le sucedió Lino en la cátedra pontifical, y la tuvo once años, dos meses y veintitrés días, y así fué el primer papa y vicario de Cristo, nuestro Señor, en la tierra, que inmediatamente sucedió a san Pedro. Tuvo órdenes dos veces y ordenó quince obispos y diez y ocho presbíteros. Mandó que las mujeres no entrasen en la iglesia con las cabezas descubiertas, como lo tenía mandado san Pedro y lo dejó escrito san Pablo. Escribió san Lino la historia de la contienda que tuvo san Pedro con Simón, mago; pero no se halla. Escribió también dos libros del martirio de san Pedro y san Pablo, que están en el séptimo tomo de la Biblioteca sanctorum; aunque al cardenal Baronio le parece que están depravados y sembrados de algunos errores, y no con la pureza y verdad que los escribió san Lino. La santidad de este glorioso sumo pontífice fué admirable, e ilustrada con muchos y grandes milagros que por él obró el Señor. Sanaba muchos enfermos, resucitaba los muertos, lanzaba los demonios de los cuerpos. Y habiendo una vez librado del demonio a una hija de Saturnino, cónsul, el desagradecido y malvado padre le mandó matar por la fe de Cristo, nuestro Señor, dando mal por bien y maleficio por beneficio. Su sagrado cuerpo fué enterrado en el Vaticano, junto a su padre, maestro y predecesor san Pedro; y fué su martirio a 23 de septiembre, en que la santa Iglesia celebra su fiesta, el año del Señor de 80, imperando Vespasiano. Hace mención de san Lino el apóstol san Pablo. Escriben de él los martirologios romanos, el de Usuardo y de Adón, y el libro de los Romanos pontífices que anda en nombre de Dámaso, y los demás que escriben las vidas de los sumos pontífices.




 AÑO CRISTIANO

 

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

 

Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.

sábado, 20 de septiembre de 2025

SANTA FAUSTA VIRGEN, Y SAN EVILASIO SACERDOTE IDÓLATRA, MÁRTIRES. —20 de septiembre.

 


   Santa Fausta era una virgen cristiana en la ciudad de Cyzico, en el Helesponto. En tiempo del emperador Maximiano fué Fausta presa por orden de Evilasio, sacerdote de los ídolos, y por disposición del mismo le cortaron todo el cabello y la rasuraron para que fuese el escarnio del pueblo. Después la colgaron y atormentaron, y queriendo aserrarla por medio, por más esfuerzos que hicieron los verdugos no pudieron conseguirlo, porque la sierra se embotaba. Evilasio, que estaba presente, a vista de tal prodigio se llenó de terror y se convirtió a Jesucristo. En seguida fué también puesto en el tormento y asociado a la que poco antes era su víctima. Ambos alcanzaron juntos la corona del martirio, oyendo en medio de los suplicios una voz del cielo que los llamaba á gozar de su eterno premio. Evilasio murió degollado, y a Fausta, después de haberle taladrado la cabeza y clavándole clavos en todas las partes del cuerpo, la metieron en el fuego, donde expiró. San Evilasio tenía ochenta años y santa Fausta trece. Ambos fueron enterrados en Cyzico.


SANTA SUSANA VIRGEN Y MÁRTIR. —19 de septiembre.

 


   La venerable mártir Susana floreció durante el reinado del emperador Maximiano (286-305). Era nativa de Palestina, hija de un padre griego llamado Artemios, que era un sacerdote pagano, y de una madre hebrea llamada Marta. Sin embargo, llegó a conocer la fe cristiana y fue bautizada por el obispo Siluan.

 

   Tras el fallecimiento de sus padres, la bendita doncella distribuyó toda su herencia entre los pobres y liberó a todos sus criados. Luego se vistió con ropa de hombre, se cortó el cabello y fue a un monasterio de hombres en Jerusalén, asumiendo el nombre de Juan. Debido a sus numerosas virtudes, fue nombrada archimandrita de este monasterio.

 



 

   Cuando pasaron veinte años, se convirtió en víctima de graves calumnias. Una cierta mujer ascética llegó al monasterio y, creyendo que Susana era un hombre, fue instigada por el maligno para inducir al “archimandrita Juan” al pecado. Como Susana no consintió, la mujer desairada resolvió acusar a Susana de haberla forzado. Susana aceptó gustosamente la acusación calumniosa y pidió perdón a la mujer.

 

   Sin embargo, el obispo de Eleuterópolis se enteró de esto y fue al monasterio para averiguar por qué el abad permitía que sucedieran esas cosas desordenadas. Por lo tanto, el abad decidió retirar el esquema monástico del acusado “archimandrita Juan”. Por necesidad, la bendita Susana llegó y pidió dos vírgenes y dos diaconisas, a quienes les informó que era una mujer. Cuando el obispo se enteró de esto, se quedó asombrado y la ordenó como diaconisa. Desde entonces, la bendita realizó muchos milagros en nombre del Señor.

 




   Cuando Alejandro, el gobernador, fue a Eleuterópolis y ofreció sacrificios a los ídolos allí, la Santa se acercó voluntariamente a él y, solo con oración, derribó los ídolos. Luego, al estar ante el gobernador, confesó a Cristo. Por lo cual fue golpeada y luego arrojada a un fuego, donde entregó su alma a Dios. Así fue como se fue al Señor, su deseado Esposo.


LOS SANTOS TRÓFIMO, SABACIO, Y DORIMEDONTES, MÁRTIRES. —19 de septiembre.

 




 Eran de Asia y practicaban las más puras virtudes del cristianismo. Reinando el emperador Probo, y según sus edictos, fueron presos y obligados a ofrecer adoración a los dioses; pero negándose a semejante sacrilegio, Sabacio fué azotado en Antioquía hasta que expiró, y Trófimo fué enviado a Sinnada, al presidente Perennio, donde después de muchos tormentos, para dar glorioso fin a su martirio, fué degollado juntamente con el senador Dorimedontes. Los bolandistas colocan el martirio de estos santos en el año 277.

LOS SANTOS PELEO, NILO, Y ELIAS, OBISPOS Y MÁRTIRES. —19 de septiembre.

 


   Durante la última persecución general contra la Iglesia fueron estos santos condenados con otros muchos a trabajar en las minas de la Palestina. En ellas formaron una especie de oratorios, donde celebraban los divinos misterios, hasta que, habiéndolo sabido el gobernador de la provincia, los dispersó, mandando algunos a las minas de Chipre, otros a las del monte Líbano y los restantes a otros puntos. Los tres de que hace hoy memoria la Iglesia merecieron, no ser desterrados, sino condenados a ser quemados vivos en la misma Palestina, cuyo martirio se efectuó en septiembre del año 311.

SANTOS PRÓCULO, EUTIQUIO y ACUCIO, MÁRTIRES. (+ 305). —19 de septiembre.

 


   La vida terrena de los mártires de Puzzol, Próculo, Eutiquio y Acucio, debe ser colocada en el siglo IV, y está estrechamente relacionada con el martirio de otros más conocidos, el obispo san Jenaro junto con santos Sosio, Festo y Desiderio.

 

   Según las llamadas «Actas Boloniesas», cuando arreciaba la persecución del emperador Diocleciano (284-305) contra los cristianos, el obispo de Benevento, Jenaro, se encontraba en Puzzol disfrazado para evitar ser reconocidos por los paganos, que corrían en masa a consultar a la Sibila Cumana, que vivía en su cueva, cerca de la vecina Cumas. Sin embargo, la presencia del obispo era conocida por los cristianos en la zona, debido a que el diácono de Miseno, Sosio, acompañado por el diácono Festo y el lector Desiderio, fueron a visitarlo varias veces con gran cautela y circunspección. Pero los paganos desenmascararon a Sosio como cristiano y lo denunciaron al juez Drogoncio; el diácono de Miseno fue capturado y encarcelado y luego condenado a ser devorado por los osos en el anfiteatro de Puzzol.

 

   El obispo Jenaro, Festo, y Desiderio, al enterarse de su detención, a pesar de saber los riesgos que enfrentaban, querían visitar a Sosio, para llevarle consuelo; fueron también descubiertos, confesaron ser cristianos y entonces se vieron conducidos al tribunal de Dragoncio, quien viendo su negativa a retractarse los condenó a la misma pena que a Sosio. No se sabe bien por qué, pero la sentencia “ad bestias” fue conmutada para todos por el propio Dragoncio en decapitación.

 

   En este punto entran en el relato los tres habitantes de Puzzol que celebramos hoy, diáconos y laicos cristianos Próculo, Acucio y Eutiquio, que protestaron enérgicamente contra la sentencia, cuando los mártires eran conducidos a la ejecución. Con la facilidad y el fanatismo de la época, fueron apresados también, y condenados a la misma pena de la decapitación, que tuvo lugar, según la tradición, el 19 de septiembre del 305, en el Foro Vulcano, cerca de la célebre Solfatara. En esa fecha se celebra en la Iglesia el martirio de san Jenaro y el grupo principal de estos siete (Sosio, Festo y Desiderio).

 

   Las reliquias de Eutiquio y Acucio, se mantuvieron en «Praetorium Falcidii», junto a la basílica paleocristiana de San Esteban, primera catedral de Puzzol, pero parece que, en la segunda mitad del siglo VIII, fueron colocadas en la catedral de San Esteban en Nápoles. El santo diácono Próculo en cambio, patrono principal de la ciudad de Puzzol, habría encontrado un lugar permanente en el templo Calpurniano, transformado en la nueva catedral de la ciudad.

 

 

SOSIO DE MISENA, SANTO DIACONO Y MÁRTIR. —19 de septiembre.

 


   En Misena de Campania, en Italia, san Sosio, diácono y mártir, quien, al decir del papa san Símaco, deseando proteger de la muerte a su obispo, consiguió también él el martirio con igual precio y gloria (c. 305).

 

 

   San Sosio nace en Misena en el 205 D.C., según lo contado en el martirologio del Venerable Beda.

 

   Fue uno de los más ardientes líderes de los grupos de los primeros cristianos. Juan Diacono lo define como “el hombre en quien florecían todos los carismas de la Gracia”, para demostrar la reputación de santidad de la que gozaba en vida cabe indicar que prelados de muchos lugares hacían el viaje a Misena para conversar con el Seráfico Diácono.

 

   De acuerdo a uno de los relatos, el célebre San Jenaro, durante una de sus visitas en el año 304, en la celebración de la Misa del tercer domingo de Pascua, vio aparecer en la cabeza de Sosio, mientras este leía el Evangelio, una llama similar a aquellas que cayeron sobre las cabezas de los apóstoles en Pentecostés. Luego San Jenaro revelaría esa visión profetizando que Sosio sería mártir.

 

   San Sosio fue decapitado el 19 de septiembre de 305.

 

viernes, 19 de septiembre de 2025

SAN FESTO, DIÁCONO DE SAN JENARO Y DESIDERIO, LECTOR, MÁRTIRES. —19 de septiembre.

 


   Durante la persecución de Diocleciano, el obispo de Benevento, san Jenaro, se encontraba en Puzzol de incógnito para no ser reconocido por los paganos, que entonces iban en gran número a consultar a la sibila Cumana, que residía en la cercana Cuma.

 

   Pero a pesar de toda su presencia era conocida por los cristianos de la zona, porque el diácono de Miseno san Sosio, acompañado por el diácono Festo y por el lector Desiderio, lo visitaban muchas veces con gran cautela. Los paganos reconocieron a Sosio como cristiano y lo denunciaron al juez Drogoncio; fue capturado, y condenado a ser despedazado por un oso en el anfiteatro de Puzzol.

 

   El obispo san Jenaro, Festo y Desiderio, al conocer el arresto, y a pesar del riesgo que corrían visitaron a Sosio para confortarlo; también fueron descubiertos, confesaron que eran cristianos y fueron conducidos ante el juez Dragoncio, el cual, viendo su negativa a abjurar, los condenó a la misma pena que Sosio. No se sabe por qué, pero la sentencia “ad bestias” fue conmutada por el mismo juez, por la decapitación para todos.

 

   Ante esta sentencia, el diácono san Próculo y los laicos cristianos santos Eutiquio y Acucio, protestaron vivamente contra la sentencia, mientras los mártires iban conducidos al suplicio; con la facilidad y el fanatismo de entonces, fueron también apresados y condenados a la misma pena y fueron decapitados en el Foro Vulcano, en Solfatara. Los cuerpos de Festo y Desiderio están sepultados en la abadía de Montevergine.  

jueves, 18 de septiembre de 2025

SANTA POMPOSA, Virgen y Mártir en Cordoba. (853 d.C.)—19 de septiembre.

 


   Pomposa quiso imitar a Colomba, decapitada por la fe el 17 de septiembre. Vivía en la comunidad de San Salvador, al pie de la Pinna Mellaría, adonde se había retirado para servir a Cristo junto con sus padres, sus hermanas y su familia. San Fandilas era sacerdote de este monasterio. Pomposa nació en Córdoba y había convencido a los suyos a renunciar a los bienes perecederos para conquistar los eternos. Todos habían prometido a Dios su castidad. Sus padres habían enajenado su patrimonio y habían hecho construir el monasterio de San Salvador, en un lugar famoso por las abejas, de allí el nombre Pinna Mellaría (“pico colmena”; cf. en África del Norte el nombre árabe Oum en-Neh-al “la madre de las abejas”, es decir lugar en donde pululan las abejas). Pomposa, la más joven de la comunidad, se distinguía por sus virtudes, su mortificación y su celo por meditar la Sagrada Escritura. El abad Félix pudo contar a San Eulogio, el historiador de los mártires de Córdoba, muchos rasgos edificantes de esta joven santa; por desgracia, Eulogio no los escribió, por temor de fatigar al lector. Cuando Pomposa supo la noticia del martirio de Colomba, se llenó de gozo y se inflamó en el deseo inmenso de imitarla. ¿Cómo hacerlo? Unos años antes había tratado de “ir al martirio”, según palabra de San Eulogio, pero los suyos la tuvieron bajo llave y muy vigilada.

 


   Pero, esa noche, después del oficio nocturno, uno de sus hermanos, contra la costumbre, abrió la puerta del monasterio, quitó la llave y dejó la puerta atorada solamente con una pequeña cuña. Pomposa se dirigió silenciosamente a la puerta, la abrió y salió. En la bóveda celeste brillaban las estrellas como lámparas. Tal vez nuestra santa, nutrida en la Sagrada Escritura, se preguntaba en qué combate tantos guerreros allá arriba hacían brillar sus luces como los soldados de Gedeón (Jud. 7:20) o bien, pensaba que ese hormiguero de luces era un escuadrón de vírgenes que hacían honor al esposo (Mat. 25). La virgen llegó de mañana a Córdoba, después de una marcha penosa por los caminos empedrados. Se presentó al juez, dio testimonio de su fe y escarneció al profeta impúdico, Mahoma. Se le dio muerte mediante un golpe de espada, ante las puertas del palacio. La decapitaron el 13 de las kalendas de octubre, el año 891 de la Egira (19 de septiembre de 853). Su cuerpo fue arrojado al río, pero fue recuperado y enterrado. Al término de veinte días, los monjes lo transportaron al santuario de Santa Eulalia, en donde lo depositaron a los pies de Santa Colomba.

 

   Pomposa no conoció los honores del martirologio antes de la primera edición del romano.

 

   S. Eulogio, Memoriale sanctorum, L, III, c. XI; Patrologia Latina, vol. CXV, col. 812-813, 897. H. Leclercq, Les martyrs, vol. V, pp. 44-46. Acta Sanctorum, 19 de septiembre, vol. VI, pp. 92-95. Flores, España Sagrada, vol. X, pp. 4005-407.

SAN FERREOL, Tribuno Militar y Mártir. (¿Siglo III?)— 18 de septiembre.

 



   De acuerdo con la “pasión” de este mártir, Ferreol era un tribuno que vivía en la ciudad de Vienne, en las Gallas. Era cristiano y practicaba en secreto su religión. San Julián de Brioude, natural de la misma ciudad, quien hizo pública profesión de fe, vivió en la casa de Ferreol. Cuando se inició la persecución y después de que San Julián había sido martirizado, Crispín, el gobernador de aquella parte de las Galias, mandó aprehender a Ferreol por haber desobedecido la orden de arrestar a los cristianos. Crispín hizo ver al tribuno que, si el Estado le pagaba un sueldo como oficial militar, le correspondía dar a los demás un ejemplo de obediencia. El tribuno respondió: “Yo no tengo un aprecio desmedido por el dinero. Si se me permite vivir y servir a Dios, me doy por satisfecho y bien pagado. Pero si aún eso os parece demasiado, estoy dispuesto a renunciar a la vida, antes que abandonar mi religión.” El juez mandó que fuese azotado y echado luego al pozo de la prisión en el que se vertían las aguas sucias de todo el establecimiento. Al tercer día, el poder de Dios rompió las cadenas que sujetaban sus brazos y sus piernas dentro del pozo, de manera que Ferreol escapó y pudo huir de la ciudad por la puerta que conducía a Lyon. A nado por las aguas del Ródano, consiguió llegar hasta la desembocadura del río Gére, que se une con el Ródano cerca de Vienne, pero ahí cayó de nuevo en manos de sus perseguidores, quienes le condujeron atado de pies y manos hasta el lugar donde iban a matarle. En las riberas del Ródano fue decapitado, y los cristianos de Vienne sepultaron su cadáver, con gran veneración, en las proximidades del río. En poco tiempo se levantó una iglesia en el sitio de su sepultura y, de ahí, trasladó San Mamerto sus reliquias, alrededor del año 473, a una iglesia construida especialmente para guardarlas, dentro de la ciudad de Vienne.

 

   En este mismo día se conmemora a otro San Ferreol, obispo de Limoges, quien murió alrededor del año 591.

 

   Las actas de San Ferreol (impresas en el Acta Sanctorum, sept. vol. V), "tienen poco valor", como dice Delehaye. Su martirio es auténtico y su culto, del que dan testimonio San Gregorio de Tours y Venancio Fortunato, es muy antiguo. Ver CMH., pp. 517-518.

martes, 16 de septiembre de 2025

SANTOS ABUNDIO, ABUNDANCIO Y COMPAÑEROS, Mártires. (304 d. C.)— 16 de septiembre.

 


   En el museo de Letrán se encuentra parte de un epitafio que fue descubierto en Rignano, ciudad situada a unos ochenta y cuatro kilómetros de Roma, que, según la opinión del arqueólogo de Rossi, perteneció al sepulcro del mártir Abundio al que se refiere el Martirologio Romano en este día. “En Roma, sobre la Vía Flaminia, los santos mártires Abundio, el sacerdote, y Abundancio, el diácono, quienes, junto con un hombre distinguido llamado Marciano y su hijo, Juan, que había sido resucitado de entre los muertos por Abundio, sufrieron la muerte por la espada, según órdenes del emperador Diocleciano, en la décima piedra miliaria de la ciudad.” Las actas de estos mártires, sin valor histórico alguno, relatan que San Abundio y su diácono recibieron órdenes de adorar a Hércules, a lo que se negaron rotundamente. En seguida, se les arrojó en la cárcel Mamertina, de la que fueron sacados un mes después para torturarlos y condenarlos a muerte. En el camino al lugar de su ejecución se encontraron con el senador Marciano, quien marchaba anegado en llanto tras el féretro de su hijo Juan, que había muerto. San Abundio pidió permiso para ver el cadáver y, cuando estuvo junto al ataúd, se puso en oración y el joven Juan resucitó. Ante aquel milagro, Marciano y Juan confesaron a Cristo y, en consecuencia, fueron decapitados aquel mismo día y en el mismo lugar que Abundio y Abundancio. Los cuatro fueron sepultados en el cementerio de la matrona Teodora, cerca de Rignano, sobre la Vía Flaminia. Sus reliquias, junto con las de Santa Teodora (a la que el Martirologio Romano nombra el 17 de sept.) fueron trasladadas posteriormente a Roma. Los restos de los santos Abundio y Abundancio fueron sepultados definitivamente en la iglesia del Santo Nombre de Jesús, en 1583. Fue ante su santuario donde, dos años más tarde, San Luis Gonzaga asistió a la misa, antes de entrar a la Compañía de Jesús.

 

   La biografía resumida y el relato sobre las traslaciones de las reliquias, se halla en el Acta Sanctorum sept. vol. V. Más interesante que estos datos es la inscripción que se conserva en el Museo Cristiano de Letrán; Ver a Delehaye, en Origines du culte des martyrs, p. 322.

 

SANTA EUFEMIA de ORENSE, Virgen y Mártir (Fecha desconocida). —16 de septiembre.

 


    Hacia finales del siglo XI una pastorcilla encontró milagrosamente cerca de los confines de Portugal, el cuerpo de una Santa Eufemia, que fue colocado bajo el altar de una iglesia dedicada a Santa Marina. Algunos años más tarde, por orden del Obispo Pedro Seguin (1157-1169) los restos se trasladaron a la Catedral de Orense, en España. El obispo sucesor de Seguin promovió el culto de la Santa. Eufemia se hizo famosa por las curaciones operadas por su intercesión, conocidas por los escritos del obispo Alfonso (1174-1213). El 23 de junio de 1720, el obispo Juan Muñoz de la Cueva, colocó el cuerpo de modo solemne junto a las de los mártires Facundo y Primitivo.

 

   El culto de la santa, está muy extendido en la diócesis de Tuy, al lado de la de Orens. En el siglo XVI varios hagiógrafos españoles, escribieron una vida de la santa, tratando de identificarla con Eufemia de Calcedonia. Está de más decir, que esa biografía no tiene ningún fundamento.

 

SANTA EUFEMIA de CALCEDONIA, Virgen y Mártir. —16 de septiembre.

 


   Santa Eufemia era hija de un respetable hombre de Calcedonia, cerca de Constantinopla. En la época de Diocleciano, fue tomada prisionera, torturada, y finalmente arrojada a los leones. Por lo general, se la representa con la palma del martirio, la rueda y a su lado, uno o más leones.

 


   Cristianos devotos recogieron su cuerpo y lo llevaron a Constantinopla, donde el Emperador Constantino hizo edificar una iglesia en su honor. Su sarcófago permaneció allí hasta que llegaron los iconoclastas, en el 800. De acuerdo a la tradición, una noche de tormenta, el sarcófago desapareció de Constantinopla, y el 13 de Julio de 800 llegó a la costa de Rovinj. Fue recogido por un joven, que, arrastrándolo con la ayuda de dos caballos, lo llevó hasta la iglesia de San Francisco. La aparición del sarcófago se consideró milagrosa, de modo que los habitantes empezaron a venerar a la santa como su Patrona.

 


   El sarcófago data del siglo III, es de mármol, pero está sin terminar. Tiene más o menos 208 cm. de largo, 195 cm. de altura y 95 cm de ancho. Dentro se guardan los huesos de la santa, envueltos en fina tela dorada.   

 


   Santa Eufemia fue martirizada en Calcedonia. La fecha exacta de su martirio parece haber sido el 16 de septiembre del 303. El concilio de Calcedonia tuvo gran influencia en la difusión del culto de datos sobre esta santa. Desde entonces, su fiesta se fue extendiendo gradualmente por toda la cristiandad y le fueron dedicadas muchas iglesias.

 


   Se la declaró protectora de la ortodoxia

 

   Esta fiesta figura en Occidente en el Martirologio Geronimiano (cf. Comm. Martyr. Hieron., pp. 368, 380) en el Calendario marmoreo de Nápoles (ed. D. Mallardo, Roma 1947, pp. 23, 162), y en Oriente, aparece en todos los calendarios. El Sinasario Costantinopolitano (coll, 811 - 13) cuenta un milagro muy particular, que se recuerda en esta fiesta: las dos profesiones de fe, la ortodoxa y la euquiana, fueron colocadas sobre el pecho de la santa, en su tumba. Después de algunos días, reabierta la tumba que había sido debidamente sellada, se encontró el texto herético en los pies de la mártir, mientras que el ortodoxo estaba en sus manos.

 

   No faltan textos sobre la Santa, anteriores al concilio, que pueden gozar de un mayor crédito, no solamente por ser más antiguos, sino también por no encontrarse marcados por la entusiasta devoción que el triunfo de la ortodoxia de Calcedonia arrojó sobre la mártir.

 

   Las reliquias de la Santa Eufemia se  conservan en el Duomo de Rovigno d'Istria (Croazia).

 

SAN CIPRIANO, Obispo y Mártir. —16 de septiembre.

 


San Cipriano desempeñó un papel importante en la historia de la Iglesia y en el desarrollo del pensamiento cristiano en África. Convertido al cristianismo en edad adulta, el santo dedicó todos sus esfuerzos a mantener viva la fe de la Iglesia tras ser decretada una violenta persecución contra los cristianos.

 


   Fue desterrado a Curubis por varios años, hasta que el pro-cónsul Máximo ordenó su regreso para que compareciera ante él. Trató de obligarlo a desistir de su fe, pero el Obispo se mantuvo firme, por lo que fue decapitado en Cartago el 14 de septiembre del año 258. Cuando se le avisó que había sido condenado a muerte, respondió: “¡Alabado sea Dios!” y dio 25 monedas de oro al verdugo que debía cortarle la cabeza.

 

SAN CORNELIO, Papa y Mártir. —16 de septiembre.

 


Es preciso pasar por muchas tribulaciones

para entrar en el reino de Dios.

(Hechos de los Apóstoles, 14, 21).



    San Cornelio, presbítero de Roma, después de haber administrado los asuntos de la Santa Sede durante la vacancia que siguió a la muerte de San Fabiano, fue elegido para sucederle. Luchó contra el hereje Novaciano. Desterrado, recibió el consuelo de las cartas que le dirigió San Cipriano, rico patricio convertido y obispo de Cartago. El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir murió en junio del año 253.

 

viernes, 5 de septiembre de 2025

SANTOS RÓMULO, EUDOXIO, ZENÓN, MACARIO Y 1104 COMPAÑEROS, Mártires. —5 de septiembre.

 



   El fortísimo soldado de Cristo San Rómulo, era mayordomo del emperador Trajano y le servía con tanta fidelidad y diligencia que mereció gozar de toda su confianza. Enviado en cierta ocasión por el emperador a las Galias, para que se enterase por sí mismo del estado de las legiones que allí tenía, y obligase a todos los soldados a sacrificar a los dioses, cumplió su encargo Rómulo con toda lealtad y celo; mas ni con promesas, ni con amenazas logró vencer la resistencia de muchos soldados que eran cristianos; a todo estaban dispuestos antes que a hacer aquel sacrificio abominable. Era capitán de aquellas tropas Eudoxio, ciudadano romano no menos fiel a la ley de Cristo que al emperador, el cual le había ennoblecido con las más altas condecoraciones del imperio; mas no fue todo esto bastante para que obedeciese a sus impías órdenes y desobedeciese a las del verdadero Dios. Así que llegó a los oídos del tirano la obstinación de aquellas tropas, mandó que fuesen trasladadas desde las Galias a Melitina de Armenia, y que en el viaje les hiciesen padecer grandes fatigas y malos tratamientos: los cuales sufrieron aquellos soldados de Cristo, con tan maravillosa fortaleza, que espantado de ella el mismo Rómulo que les afligía, abrió los ojos a la fe arrepintiéndose de lo que había hecho.  Presentándose ante el emperador, le confesó que también él era cristiano, y que todo lo menospreciaba y tenía en poco a trueque de vivir y morir como siervo de Cristo. Se enojó sobremanera el emperador al oír la confesión de su mayordomo; y en castigo de su desacato, que por tal lo tenía, mandó que le cortasen la cabeza y así se ejecutó. Tampoco quiso el Señor que perdiesen la corona aquellos invictos soldados, que habían comenzado ya a ganarla negándose a sacrificar a los ídolos, como Rómulo, siendo gentil, les había mandado; y así algunos años después, en tiempo del emperador Maximiano, se enviaron nuevas órdenes al prefecto de Melitina para que obligara a todos los soldados de su guarnición a que adorasen los dioses del imperio, condenando a muerte a cuantos se resistiesen a obedecer al mandato imperial. Entonces Eudoxio, que era como se ha dicho capitán de aquélla legión, respondió que sus soldados cristianos de ninguna manera se contaminarían con aquélla sacrílega idolatría, y luego les hizo una fervorosa exhortación diciéndoles que pues tenían valor, como buenos soldados, para morir en un combate por la esperanza de una victoria incierta y de una recompensa temporal, ¡cuánto más animosos habían de estar para dar la vida por Jesucristo, sabiendo que alcanzaban seguramente mucho más esclarecida victoria, y una recompensa perdurable! Esforzados con estas palabras y precedidos por Eudoxio, Zenón y Macario, ofrecieron todos alegremente su cerviz al cuchillo, y en número de mil cientos cuatro, recibieron en un mismo día la corona de su confesión, y la palma gloriosa del martirio.




REFLEXIÓN

 

   Mírense en este ilustre ejemplo de fidelidad a Cristo señaladamente los militares cristianos; y ya que como buenos soldados muestran su valor arrostrando cualquier peligro de muerte, no quieran faltar por cosa del mundo a la lealtad que deben a su divino Capitán, Rey y Señor Jesucristo; a quien todos deben servir fielmente, y en cuta honra hemos de vivir y morir para alcanzar la corona de los cielos.

 

ORACIÓN

 

   Oh Dios, que concedes la gracia de celebrar la fiesta de tus bienaventurados mártires Rómulo, Eudoxio, Zenón, Macario y demás compañeros de su martirio; otórganos también la dicha de poder gozar con ellos de la alegría y eterna felicidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

Flos Sanctorum de la Familia Cristiana.

jueves, 4 de septiembre de 2025

SAN EGULFO, Mártir (676 P. C.) — 3 de septiembre.

  


   Egulfo nació en Blois, tomó el hábito de monje en Fleury, que por entonces se hallaba en los primeros fervores entusiastas de la observancia benedictina, y fue un siervo ejemplar de la orden. Más o menos por el año de 670, el monasterio de Lérins, en el que el paso de los años y las incursiones de los moros habían quebrantado la disciplina, solicitó al de Fleury que le proporcionara un hombre digno de ser el abad. Egulfo, monje con 23 años de experiencia y una reputación de firme virtud y estabilidad, fue enviado para ocupar el alto puesto. Pero como suele suceder en estos casos, algunos de los religiosos estaban contentos con las viejas reglas y decididos a recurrir a cualquier medio para frustrar los esfuerzos que se hiciesen o intentasen hacer para mejorar su disciplina. En Lérins, dos de los monjes, Arcadio y Columbo, fueron demasiado lejos: apelaron al gobernador local contra el nuevo abad y aquél mandó una compañía de soldados para que se mantuviera el orden en el monasterio. Los dos monjes rebeldes utilizaron a los soldados para secuestrar a San Egulfo y a otros cuatro de sus principales partidarios y, atados de pies y manos, los metieron en un barco y los llevaron hacia alta mar. Por fin fueron desembarcados en la isla de Capraia (de las Cabras), entre Córcega y la costa de Toscana, donde les sacaron los ojos, les cortaron la lengua y, por fin, les mataron. Sólo uno de los monjes logró escapar y consiguió llegar hasta Lérins donde relató el trágico sucedido.

 

   En contradicción con esta historia, se ha sugerido que es más razonable suponer que el abad y sus compañeros fueron sacados del monasterio por los soldados, quienes los abandonaron lejos y, una vez solos, fueron víctimas de los moros, especialistas en aquellas bárbaras matanzas. Los cadáveres mutilados se trasladaron a Lérins y se afirma que, durante el traslado, se obraron muchos milagros. Poco tiempo después, surgió una disputa entre los monasterios de Lérins y Fleury, sobre la posesión de los restos mortales de San Egulfo.

 

   De acuerdo con una biografía de este santo, escrita por un monje de Fleury hacia el año de 850, Egulfo era el jefe de un grupo de monjes de Fleury y de Le Mans que el abad Mommolus, de Fleury, envió a Italia para recuperar las reliquias de San Benito, de manos de los lombardos. Los detalles de este asunto y el lugar o los lugares de descanso de los restos de San Benito, no son asuntos que nos conciernan aquí. Basta con indicar que, casi seguramente, este San Egulfo no tuvo nada que ver con él.

 

   Un relato en tono lírico sobre la vida de San Egulfo, fue escrito por Adrevaldo, un monje de Fleury que vivió dos siglos después. Ese escrito es poco digno de confianza. Los bolandistas lo imprimieron en Acta Sanctorum, septiembre, vol. I, junto con una narración más corta que, según los bolandistas, es más antigua y más digna de crédito. Ver también a H. Moris, en L´Abbaye de Lérins (1909) y al DHG., vol. I cc. 1141-1142.

 

Vidas de los Santos, Butler - Volumen III.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

SANTA SERAPIA, virgen y mártir. (+ 120)— 3 de setiembre.

 


   La inocente virgen y esforzada mártir de Cristo, santa Serapia, llamada también Serafina y Serafia, nació en Antioquía de Siria, de padres cristianos, los cuales dejando su patria para escapar de la persecución de Adriano, se fueron a Italia y acabaron santamente sus días en Roma. 


   Quedó pues huérfana de padre y madre, Serapia a la edad de quince años no cumplidos, y sin tener otro amparo que el de su esposo Cristo Jesús, a quien había ofrecido la flor de su virginidad.

   A pesar de que algunos nobles mancebos prendados de su hermosura la pidieron por esposa, prefiriendo ella la humildad de la cruz a los regalos y gloria del mundo, entró a servir en la casa de una dama romana, joven y viuda, por nombre Sabina, cuyo genio áspero y antojadizo le dio sobradas ocasiones de padecer por Cristo muchas injurias y malos tratamientos.


   Se maravilló Sabina de la extraña paciencia de su sierva, y deseosa de saber la causa, entendió que la fe cristiana que Serapia profesaba era la que tanto aliento le infundía, para llevar con tan grande sosiego y gozo los insultos: y trocado con esta noticia su corazón, quiso abrazar la misma fe y se hizo bautizar.

   Al poco tiempo por consejo de Serapia se retiraron ambas con algunas otras doncellas cristianas a una de las posesiones que tenía la señora de Umbría, donde vivieron más como religiosas en el retiro del claustro, que como seglares en el mundo.

   Llegó a noticia del prefecto de la ciudad, llamado Berilo, lo que pasaba en la casa de Sabina, y que quien todo lo dirigía era Serapia, y envió allá ministros que la trajesen presa.


   No permitió Sabina que fuera sola, sino que ella misma la acompañó; y viendo el juez ante su tribunal tan noble dama, no creyendo fuese cristiana, por respeto de su nobleza, mandó que soltasen a Serapia, y permitió que las dos volvieran a su casa.

   Pasados tres días, se acordó Berilo de Serapia y con maligna y liviana intención mandó otra vez prenderla.

   A las pocas demandas y respuestas de Berilo con Serapia, dijo ésta que conservándose casta y pura era templo de Dios; y entendiendo por estas palabras el impío juez que era cristiana, la entregó a dos mozos lascivos para que la deshonrasen, pero la santa al verse sola con ellos, suplicó a Jesucristo que la guardase, y al punto cayeron muertos los mozos como si fuesen heridos de un rayo del cielo, y ella perseveró toda la noche en oración.

MARTIRIO DE SANTA SERAPIA.

   A la mañana se espantó el presidente al saber lo que había pasado: más atribuyéndolo a artes de magia diabólica, mandó que abrasasen los costados de la santa con hachas encendidas, las cuales tocándola se apagaron, cayendo muertos los verdugos; la hizo después azotar como a cristiana y hechicera, y se sintió luego un gran terremoto.


   Finalmente el prefecto, corrido, ordenó cortarle la cabeza, en cuyo martirio entregó la santa virgen y mártir gloriosa su purísima alma al Creador.

SABINA ENTIERRA A SANTA SERAPIA.

   Dio a su sagrado cuerpo honrosa sepultura Sabina, en cuyo piadoso oficio, sorprendida de los ministros, mereció también sellar la fe con su sangre después de padecer cruelísimos tormentos.

JUICIO Y MARTIRIO DE SANTA SABINA.


   Reflexión: Con los ejemplos que de sus virtudes dio la gloriosa virgen santa Serapia logró que Sabina, su señora, abrazase la fe de Jesucristo, alcanzase la palma del martirio y con ella un trono de eterna gloria.

   Seamos pues mansos y sufridos, que no poco se edifican de esto los mundanos que viven como gentiles.


   Oración: Te rogamos, Señor, que nos alcance el perdón de nuestras culpas la bienaventurada virgen y mártir Serapia, la cual fué agradable a tus divinos ojos así por el mérito de su castidad, como por la manifestación de tu divina virtud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.