jueves, 13 de febrero de 2025

SAN BENIGNO, MÁRTIR. —13 de enero.

 


   En Todes, una de las ciudades antiquísimas de Hungría, donde según tradición inmemorial resonó la voz del Evangelio en los principios de su promulgación, vivió a fines del siglo III san Benigno, uno de los más esclarecidos defensores de la religión cristiana en tiempo de la hostilidad de los gentiles. Educado en la fe de Jesucristo desde su infancia, hacía en ella maravillosos progresos según crecía en edad. Dedicado al servicio de la Iglesia desde sus tiernos años, conociendo san Pociano, obispo de aquella catedral, y después ilustre mártir de Cristo, la utilidad que resultaría a los fieles de un ministro tan celoso como Benigno, por el orden prescrito en los sagrados Cánones le ascendió a la dignidad sacerdotal: no salieron frustradas las esperanzas del santo Prelado, pues apenas se vio revestido con aquel carácter que infunde gracia para ejercer las funciones más sagradas, además de darle honor con su inculpable vida, se portó como fidelísimo ministro de Jesucristo en promover y defender nuestra santa fe contra el poder del abismo.

 


   Suscitaron en vida de nuestro Santo los emperadores Diocleciano y Maximiano una de las más crueles persecuciones que padeció la Iglesia en tiempo de los gentiles, que fue, por decirlo así, como un diluvio que llenó de sangre el Oriente y Occidente; llegando a tal extremo la preocupación de estos Príncipes, que los ministros y oficiales no podían hacerles mayor servicio que discurrir muchos géneros de suplicios para atormentar a los Mártires de Jesucristo. Uno de los teatros donde derramaron los paganos con inhumanidad la inocente sangre de los fieles que rehusaban ofrecer sacrificio a los falsos dioses del imperio fue Todes; y conociendo Benigno ser esta la ocasión más a propósito de manifestar el espíritu de un valeroso soldado de Cristo, se declaró acérrimo defensor de su Religión, sin temor de los bandos terribles ni de las tiranías con que los gentiles atormentaban a Ios Cristianos. No satisfecho con socorrer a los gloriosos confesores de que estaban llenos los calabozos y cárceles, con alentar a muchos que titubeaban en los tormentos, con esforzar a no pocos que desfallecían a vista de los suplicios, y de exponer su vida cada día acompañándoles a los cadalsos, sin perdonar trabajos ni fatigas que pudiesen contribuir a dar valor a los perseguidos, principió a predicar públicamente contra la impiedad de los paganos y necios delirios de la idolatría, manifestándoles que solo en la religión de Jesucristo podían los hombres conseguir su salvación. Tuvieron los gentiles por enorme alentado tan generosa resolución; le prendieron al momento, y procuraron amilanar su espíritu con diferentes géneros de castigos; pero viendo frustradas todas sus tentativas, las que solo sirvieron para aumentar sus triunfos, y de que diese mayor testimonio de su constancia, continuando en la necia porfía de querer rendirle, mereció la gloria del martirio en el día 13 de febrero, por los años 303; y aunque no nos consta las clases de tormentos que padeció, podemos discurrir fueron de los más crueles, mediante el furor que concibieron los paganos al ver despreciados a sus dioses y edictos de sus príncipes por un esforzado militar de Jesucristo.

 


   Su cuerpo fue sepultado en el lugar, donde luego que se sosegó la tempestad edificaron los fieles una iglesia dedicada a su nombre, de la que restan algunos vestigios. Pero destruida después, se trasladó con pompa célebre al templo de las religiosas Benedictinas, sito en la misma ciudad, llamado de las Milicias, en el que sucedió el siguiente prodigio: Había robado un monje la cabeza del Santo de la urna de plata en que se custodiaba, y no pudiendo salir de la iglesia, ni encontrar sus puertas por más exquisitas diligencias que para ello hizo, reconociendo su yerro, volvió a su lugar la preciosa reliquia.


AÑO CRISTIANO

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

miércoles, 12 de febrero de 2025

SANTA EULALIA, virgen y mártir. (+ 304) — 12 de febrero.





   Al tiempo que el presidente Daciano entró en Barcelona para hacer carnicería de los cristianos, vivía retirada en una heredad de sus nobles padres una santa doncella de edad de trece años, llamada Eulalia, virgen hermosísima, y abrasada del amor de Jesucristo, a quien ya había consagrado su pureza virginal. 

   Vino a su noticia la crueldad de Daciano, y fue combatida en su corazón de dos contrarios afectos: de tristeza y alegría; de tristeza, porque temía que algunos cristianos flacos no desmayasen en la fe por temor de tan rigurosos tormentos; de alegría, porque deseaba morir por Cristo y juzgaba que era llegado el tiempo en que Dios le quería hacer tan gran merced.

   Y con este fervor y deseo del martirio, movida del Señor, se salió secretamente de casa de sus padres y se fue al tribunal del juez para reprenderle de la tiranía y crueldad que usaba con los cristianos.

   Se asombró Daciano al ver una niña como aquella, y oír su reprensión; pero volviendo luego en su acuerdo juzgó que se hallaba ya en uno de aquellos trances, más difíciles en que los mismos niños cristianos habían puesto, debajo de sus pies todo el orgullo y poderío de los tiranos de Roma. No contestó, pues, con blandas palabras, como merecía la hermosa y tierna Eulalia, sino con grandes y fieras amenazas.





   “¿Quién eres tú—le dice—, que así te atreves a menospreciar las leyes de los emperadores?”


   Respondió la valerosa y candorosa niña: “Yo soy Eulalia, sierva de Jesucristo Hijo de Dios, al cual se debe toda reverencia y adoración, y no a los ídolos vanos”.



   Rugió de coraje el presidente, y quería ver decapitada de un solo golpe a la que así hablaba, pero no le estaba bien tomar venganza en aquella débil  criatura, y ordenó, que atadas las manos fuese conducida a la cárcel para ver si podían rendirla allí con un cruel castigo de azotes.


   Desnudan, pues, el cuerpo virginal de aquella blanca paloma de Jesucristo, y con bárbara crueldad descargan sobre ella repetidos y fieros golpes hasta dejarla toda bañada en sangre.




  

   Pero Eulalia ni se queja ni da un solo gemido, ni muda siquiera el semblante apacible y sereno.


   Tienden luego aquel santo cuerpecito en el potro y lo atormentan con uñas de hierro, con hachas ardientes, con aceite hirviendo, con plomo derretido y con cal viva. La pusieron después en una cruz, y aun en este ignominioso suplicio prevaleció la santa virgen y dejó confusos a los verdugos y al tirano. 





    Finalmente, después de haber sido paseada por la ciudad para espantar con su vista a los cristianos, fue degollada en el campo, donde los cristianos la hallaron por la noche cubierta de nieve, y la sepultaron honoríficamente. 






*


   Reflexión: Dígame quienquiera que esto leyere, ¿de dónde le vino a la santa niña tan maravillosa e invencible constancia? Las niñas tiemblan, las niñas se estremecen a la sola vista o imaginación de tales horrores. Claro está: pertenecen al sexo débil y son lo más débil de su sexo. Confiese, pues, todo hombre de sano juicio, que aquí hay un prodigio estupendo de la virtud de Cristo, el cual escogió a una flaca criatura como Eulalia, para hacer ostentación de su fortaleza soberana contra los más poderosos enemigos de su santo Nombre.






   OraciónTe Suplicamos, Señor, nos concedas el perdón de nuestros pecados por la intercesión de la bienaventurada virgen y mártir Eulalia, que tanto te agradó, así por el mérito de su castidad, como por la ostentación de tu infinito poder. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.