miércoles, 10 de diciembre de 2025

SANTA EULALIA de MÉRIDA, virgen y mártir. (+ 304). — 10 de diciembre.

 



     Fué santa Eulalia natural de Mérida y criada desde niña en toda virtud.

   A ella y a otra doncella por nombre Julia enseñaba el sacerdote Donato, y se encendió tanto Eulalia en el amor del martirio y de la virginidad, que no gustaba de galas ni atavíos, y mostraba gran mesura en el rostro y en todo su proceder y hablar.

   Era de solos doce años cuando llegó a Mérida Calfurnio, a quien subdelegó Daciano, para tener noticia de los fieles de Cristo y perseguirlos; para lo cual mandó publicar un solemne sacrificio a sus dioses.

   Los padres de la santa virgen, conociendo sus deseos del martirio y temiendo perderla, la tenían retirada en una heredad suya llamada Porcejana, a diez leguas de Mérida; más conociendo la santa doncella que se le ofrecía tan oportuna ocasión, de su voluntad se huyó secretamente de noche y se vino a la ciudad para ofrecerse al martirio con gran fervor y ansia de morir por Jesucristo.

   Llegó pues la pura y delicada doncella a los estrados del juez Calfurnio, y con gran comedimiento y no menor libertad le afeó las crueldades que usaba con los cristianos.

   Pretendió el juez engañarla con blandas y amorosas palabras, le puso delante su nobleza, su ternura y poca edad, y quiso probar si con halagos y promesas, como a niña, la podía apartar del amor de Jesucristo.

   Más observando que perdía el tiempo, trocó luego la blandura en severidad y los halagos en terrores.

   La azotaron crudamente y la quebrantaron los huesos con plomadas; la echaron aceite hirviendo por todo el cuerpo; la arañaron con garfios de hierro; la levantaron y la descoyuntaron en la garrucha; y ella, como quien tenía a Dios en su alma, decía a su Esposo: «Ahora, Redentor mío Jesucristo, te imprimes mejor en mí, y estas llagas, como letras que se escriben en mis carnes con mi sangre, me representan mejor tu pasión.»



   La pusieron entre dos hogueras y así le dieron la muerte y la corona del martirio.



   Y tanto deseaba la sagrada virgen morir por Jesucristo, que abrió su boca para que las llamas entrasen por ella, y tragando el fuego vieron muchos su alma purísima subir al cielo en figura de paloma.


   Entre otros la vio el verdugo que la había atormentado, y con esta vista quedó atónito, fuera de sí y movido a penitencia.

   Desnudo quedó el santo cuerpo, más cayó gran abundancia de nieve para cubrirle, hasta que los cristianos le dieron sepultura.

CRIPTA DE LA BASÍLICA DE SANTA EULALIA.


   Le edificaron un suntuoso templo en Mérida, e hizo Dios nuestro Señor muchos milagros por su intercesión; fue después trasladada a la ciudad de Oviedo, donde está ahora encerrada en una rica urna de plata.


   Reflexión: Dicen que la santa virgen Julia fué también al tribunal del tirano en compañía de santa Eulalia, y que habiéndose adelantado un poco en el camino, le dijo Eulalia con espíritu de profecía: «Por más que te apresures, yo moriré primero.»

   Y en efecto se cumplieron estas palabras, aunque aquel mismo día en que fué martirizada santa Eulalia, fue también degollada Julia, su compañera en la santidad y deseo de morir por Jesucristo.




   Pues ¿quién no ve aquí sobrepujada y reputada por nada en estas dos tiernas doncellas, la muerte armada de todos sus espantos y terrores? ¿Y de dónde sacaron esas débiles niñas una fortaleza y serenidad de ánimo tan grande, que no se vio jamás en ninguno de los héroes profanos de la historia?

   Del amor de Cristo, que es más fuerte que la muerte.


   Oración: Todopoderoso y eterno Dios que escoges lo flaco del mundo para confundir lo fuerte: danos que gocemos de una conveniente devoción en la fiesta de tu santa virgen y mártir Eulalia, para que en su pasión ensalcemos tu poder y recibamos el socorro a nosotros prometido. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.




FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

martes, 9 de diciembre de 2025

SANTA LEOCADIA, virgen y mártir. (+ 305)—9 de diciembre.

 


   La bienaventurada virgen y mártir santa Leocadia fue natural de la ciudad de Toledo, de noble linaje y grande sierva del Señor.  



   La mandó prender el presidente Daciano, que como una fiera cruel no se podía ver harto de la sangre de los cristianos, y traída a su presencia le puso delante su nobleza y sangre, y la vileza e ignominia de la que él llamaba superstición de los cristianos, y ya con halagos, ya con miedos, procuró disuadirla que dejase la fe de Cristo y adorase a los dioses falsos. No se movió la santa virgen por cosa alguna de las que le dijo el presidente, y todo su artificio se resolvió en humo sin poder hacer mella en aquel pecho sagrado. 



   La mandó llevar a una oscura y horrible cárcel: y viendo algunos que la seguían llorando, se volvió a ellos con alegre y sereno rostro y les dijo: «Ea soldados de Cristo, no os entristezcáis por mi pena, antes holgaos y dadme el parabién, pues Dios me ha hecho digna de que padezca por la confesión de su nombre. » 



   Algunos dicen que fue crudamente azotada antes de entrar en la cárcel; y de la crueldad de Daciano se puede creer que fue así. En aquella dura y áspera cárcel estuvo algún tiempo; y oyendo la carnicería que Daciano continuamente hacía de los cristianos, y los tormentos atrocísimos con que había hecho morir a la gloriosa virgen santa Eulalia de Marida, enternecida y traspasada de dolor, suplicó a nuestro Señor la llevase para sí, si así convenía, para que no viese la destrucción de su Iglesia y menoscabo de la fe de su santa religión. 



   Cumplió Dios el deseo de la santa virgen, y oyó su oración; y así como estaba orando, hizo con los dedos una cruz en una dura piedra de la cárcel y quedaron en ella las señales, y besándola con gran ternura y devoción, dio su bendita alma a Dios. 



   El cuerpo fue hallado junto a aquella cruz, caído y reclinado en el suelo, y fue sepultado por los cristianos de la manera que mejor pudieron. Tiene la santa virgen tres templos de su nombre en la ciudad de Toledo. Uno fue su casa, otro donde estuvo presa y otro donde fue sepultada.

   Un día de santa Leocadia en que el rey Recesvinto, acompañado de toda la nobleza de su corte, celebraba la fiesta de la santa virgen, estando san Ildefonso orando ante su sepulcro, ella se levantó de la tumba y le dijo: «¡Oh Ildefonso, por ti vive la gloria de mi Señor!» Dando a entender que san Ildefonso había defendido la limpieza y gloria de la virginidad de nuestra Señora contra los herejes. 




   Todos los circunstantes cayeron en el suelo, pasmados por la novedad de este prodigio; y san Ildefonso con un cuchillo que le dio el rey cortó un pedazo del velo, con que venía cubierta la virgen, para que quedase memoria de tan ilustre milagro, y la ciudad de Toledo consolada con tener aquel celestial tesoro.




   Reflexión: El mayor tormento de esta gloriosa virgen y mártir, fue la extremada pena que traspasó su corazón al ver los trabajos que padecía la Iglesia, y que se perdían tantas almas. Este suplicio interior ha dado la muerte a muchos santos. Porque es indicio seguro del grande amor de Dios y caridad con el prójimo el sentir vivamente el menoscabo de honra divina y la ruina eterna de los hombres, así como el no afligirse de tan grandes males, es señal de haberse apagado la luz de la fe, y sucedido a la verdadera caridad el amor desordenado de sí mismo.



   OraciónAyúdennos, Señor, las súplicas y merecimientos de tu bienaventurada virgen y mártir Leocadia, a fin de que habiendo padecido ella cárceles y muerte por la confesión de tu nombre, nos guarde de caer en la cárcel eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 





FLOS SANCTORVM

DE LA FAMILIA CRISTIANA.