Entre los soldados valerosos de Jesucristo, auxiliares de los Apóstoles
en la promulgación de la fe, se refieren aquellos esclarecidos varones
solitarios, imitadores de los santos profetas Elias y Eliseo, habitantes en el
monte Carmelo, donde en honor de la santísima Virgen edificaron un oratorio
para darle culto. Los
cuales bien entendidos del cumplimiento literal de los oráculos antiguos en la
persona de Cristo, verdadero Mesías, prometido en la Ley y en los Profetas,
predicaban su Evangelio entre los gentiles y judíos esparcidos por Palestina,
Samaria y otras provincias. Uno de los profesores de
este instituto fue san Telesforo, griego de nación, hombre de eminente
santidad, de ingenio sobresaliente, y de extraordinaria grandeza de espíritu,
cuya fama no solo ilustró las vastas regiones del Oriente, sino que llegó a
Roma, donde, bien conocido su mérito, después de la muerte del papa Sixto I fue
electo sumo pontífice en el día 9 del mes de abril del año 139, en tiempo del
imperio de Antonino Pio.
Tenía la Iglesia necesidad de un pastor magnánimo, brioso y científico,
en tiempo que el furor de los gentiles la perseguía de muerte, y la perversidad
de los herejes no perdonaba medio para corromper el sagrado depósito de la fe y
santidad de las costumbres. Todo
este auxilio logró en Telesforo, que, elevado a aquella primera cátedra, se
portó como un verdadero sucesor del Príncipe de los Apóstoles, acreditando en
el tenor de su inculpable vida el espíritu de su instituto, y en sus singulares
virtudes y santidad el mérito de sus predecesores. Bien persuadido de las
obligaciones propias de un pastor universal de la Iglesia, procuró
desempeñarlas con la mayor vigilancia. No faltaron en su tiempo ocasiones para
demostrarlo. Los discípulos de Basílides Antioqueno,
hombre de ingenio agudo y perverso, socio de Saturnino, y discípulo de
Menandro, penetraron hasta Roma, con el fin de sembrar en ella el veneno de su
impía doctrina contra el Redentor del mundo. Cerdon,
otro heresiarca maligno, que por principios de su secta establecía dos dioses,
uno bueno, y otro malo, despreciaba el Antiguo Testamento y los Profetas, y negaba
que Jesucristo hubiese nacido de santa María Virgen, tenido verdadera carne,
padecido y muerto en realidad: con los sofismas de que se valía tenia engañados
a no pocos hombres simples. Estos, y otros monstruos del infierno que se
reunieron en la capital del orbe cristiano perseguían a la Iglesia con más daño
que los mismos gentiles; de forma que la pusieron en el extremo de peligrar, si aquel Señor que afianzo en sus promesas su eterna
estabilidad contra el poder del abismo no hubiera providenciado a un pastor tan
celoso, eficaz e invencible como Telesforo, que oponiéndose a semejantes fieras,
no omitió medio alguno que pudiera contribuir a sepultar la perversidad de tan detestables doctrinas.
Echó
Dios sus bendiciones sobre los celosos trabajos de este insigne Pontífice, por cuyos
desvelos se vio libre el rebaño de Jesucristo de las enfermedades contagiosas
de las herejías, con suceso tan feliz, que en su tiempo se vio en Roma, centro
de la unidad y de la fe, florecer está el fervor de los fieles y santidad de sus
costumbres.
No
satisfecho su celo con tan penosa fatiga, deseoso de dilatar el reino de
Jesucristo, envió muchos operarios apostólicos por
diferentes partes del mundo a que predicasen el santo Evangelio, y con la luz
de su celestial doctrina ilustrasen a los miserables infieles sumergidos en las
tinieblas de la idolatría. Aun en tiempos tan turbulentos como fueron
los de su pontificado encontró lugar su solicitud para establecer varios
reglamentos utilísimos sobre disciplina eclesiástica. Fueron
memorables entre ellos la disposición de que los Obispos y Sacerdotes de Dios
no fuesen acusados por algunos de los seculares, ni manchados con cualesquiera
clases de calumnias: que no se juzgase al prójimo
con temeridad, especificando la clase de acusadores que debían admitirse en los
juicios; y mostrando con muchos testimonios de la santa Escritura la malicia de
los que fuesen tales contra los siervos de Dios.
Asimismo,
estableció la abstinencia de carnes y lacticinios
por el espacio dc siete semanas precedentes a la Pascua de Resurrección; de modo
que, aunque el ayuno cuadragesimal tuvo su origen de institución apostólica,
observado por tradición, según las diversas costumbres de las iglesias,
Telesforo le ordenó en el tiempo dicho por constitución Perpétua.
También dispuso que en la noche de la Natividad de
nuestro Salvador se celebrasen tres misas: una
al comedio de ella, en que nació Jesucristo; otra al romperse la aurora, cuando
fue adorado por los pastores, y otra en la hora de tercia, en señal de la luz
que brilló sobre nosotros por el nacimiento del Mesías; con la
prevención de que en estas y otras misas solemnes se
rezase o cantase el himno Gloria in Excélsis
Deo, y de que en el santo sacrificio se dijese
el Evangelio antes del Canon. Cuatro veces hizo órdenes en el mes de
diciembre, en las que creó diez y nueve presbíteros, diez y ocho diáconos, y
trece obispos para diversas iglesias.
Después de once años, nueve meses y tres días que gobernó la Iglesia
como pastor celosísimo, terminó su carrera con la gloria del martirio en tiempo
del emperador Antonino Pio, en el día 5 de enero del año 150, en el que hace
mención de este insigne Pontífice el Martirologio romano, cuyo celo, santidad y
sabiduría elogian san Ireneo, Tertuliano, Epifanio, y san Agustín entre otros
muchos escritores antiguos. Su cuerpo fue sepultado en el Vaticano inmediato al de san Pedro.
AÑO
CRISTIANO
POR
EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).
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