NOTA de Fátima CorMariæ : COMO USTEDES SABRAN EN LA ACTUALIDAD ESTUVO MUCHISIMAS VECES EN PELIGRO “EL SIGILO SACRAMENTAL” (Información que un sacerdote conoce por haberle sido dicha en confesión y que tiene la estricta obligación de no comunicar a nadie). ES POR ELLO QUE ME GUSTARIA QUE CONOCIERAN LA HISTORIA DE ESTE SANTO, Y LO QUE ÉL HIZO FRENTE A ESTA SITUACIÓN.
¡¡¡OJALÁ LLEGADO EL
MOMENTO, MUCHOS DE NUESTROS SACERDOTES TENGAN EL VALOR DE IMITARLO!!!
San Juan Nepomuceno tomó segundo nombre de Nepomuk, lugar de
Bohemia, donde nació.
Hechos sus
estudios en la universidad de Praga, y conservándose puro e inocente, mereció
ser promovido al sacerdocio.
Predicaba la
palabra de Dios sin vanos adornos de elocuencia humana, pero con tal gracia del
cielo, que corrían a oírle innumerables gentes y hasta el mismo rey Venceslao
era uno de sus oyentes continuos.
Habiéndole nombrado el monarca para uno de los principales obispados de
Bohemia, nunca quiso admitir ninguno; mas no pudo eximirse del cargo de
confesor de la reina, y este cargo le ocasionó muchos trabajos y el martirio.
Porque siguiendo Venceslao sus depravadas
inclinaciones, llegó al frenesí de dejar poseer su corazón de la pasión de
celos contra su esposa; y con lisonjas, promesas y amenazas deseaba saber los
secretos de su corazón que había oído su confesor en el sacramento de la
penitencia.
Se
horrorizó el santo al oír demanda tan sacrílega, y con una libertad y espíritu
apostólico, reprendió el exceso al engañado príncipe; el cual no sabiendo qué
replicar, disimuló por entonces el resentimiento.
Mas habiendo llamado al
santo confesor, le entregó a algunos soldados de su guardia para que en las
interiores piezas de palacio le atormentasen y apaleasen cruelmente.
No estaba bien
curado de sus heridas, cuando el bárbaro rey volvió a intimarle la misma
demanda, y como el santo respondiese que antes sacrificaría mil vidas que
hablar una palabra en materia de confesión, enfurecido Venceslao mandó que
atado de pies y manos el santo confesor fuese echado al río Moldava, como en
efecto fue ejecutado con todo secreto en la oscuridad de la noche.
Pero el Señor hizo patente a todos la gloria de su
siervo: porque muchas noches se vieron antorchas encendidas en cierto lugar del
río, y allí hallaron el cadáver del santo mártir, el cual los canónigos de la
catedral sepultaron con la mayor pompa en su iglesia, no temiendo la ira del
mal aconsejado príncipe.
El Señor se dignó ilustrar a su invencible mártir con
muchos milagros: y uno de ellos, muy extraordinario y notorio en toda la
cristiandad, fue la incorrupción
de su lengua, pues
habiendo estado sepultado debajo de la tierra el cadáver del santo por espacio
de trescientos años, cuando se reconoció jurídicamente, fue hallada la lengua
incorrupta y como si fuera viva; y presentada seis años más tarde a los jueces delegados
de la Silla apostólica, de repente con un nuevo prodigio se entumeció y mudó el
color que tenía algo oscuro, en un color rojo y natural.
Reflexión: ¿Quién no ve que este grandísimo milagro hizo Dios para
glorificar aquella santa lengua fidelísima en guardar el sigilo sacramental?
¿Y quién no echa de ver también que este
mismo prodigio soberano es uno de los argumentos divinos que autorizan el
sacramento de la confesión?
Divino es este
sacramento, e instituido por Jesucristo Señor nuestro por aquellas palabras del
Evangelio con las cuales dio a sus discípulos la facultad de perdonar los
pecados a los penitentes sinceros, y de retenerlos a los indispuestos.
Quiere, pues, que el pecador se humille para
ser perdonado; y aunque este sacramento sea el blanco de las iras de los
incrédulos y malos cristianos, Dios ha mandado a los hombres la humilde
confesión de sus culpas, y no hay más remedio: o
confesión o condenación.
Oración: Oh Dios, que por el invencible silencio sacramental
del bienaventurado Juan Nepomuceno adornaste tu iglesia con una nueva corona
del martirio; concédenos, por su intercesión y ejemplo, que
moderemos nuestra lengua y suframos todos los males de este mundo antes, que el
detrimento de nuestras almas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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