jueves, 13 de octubre de 2022

SAN DANIEL Y COMPAÑEROS, MARTIRES, LLAMADOS COMUNMENTE LOS SANTOS MÁRTIRES DE CEUTA.

 




   En la ciudad de Ceuta del imperio de Marruecos padecieron por la fe siete frailes Menores italianos el año 1227, un año después de la gloriosísima muerte de san Francisco. Se llamaban Daniel, Ángel, Samuel, Donulo, León, Nicolás y Ugolino. Estos santos religiosos, obtenido permiso del que era entonces vicario general de la Orden, Fr. Elias, vinieron de Toscana a España para de aquí embarcarse e ir a predicar la fe a tierra de moros. Llegaron a Tarragona, en cuyas costas estuvieron buscando nave para pasar a África. Fr. Daniel, que era el prelado, varón de eminente santidad y doctrina, y ministro de la provincia de Calabria, no halló disposición más que para llevar consigo tres religiosos, y embarcándose con ellos dijo a los otros que aguardasen para ir en otro navío. Llegado a Ceuta mientras llegaban los que se quedaron acá, predicaban él y sus compañeros a los mercaderes de España y de otros reinos que había en aquella ciudad. Cuando los de acá se les juntaron en Ceuta, que fue el día último de setiembre, todos unánimes con gran fervor de espíritu y celo por la salvación de las almas, echando fuera el temor de la muerte, comenzaron a prepararse para el martirio, y a tratar entre sí cómo podrían llegar a tan alta corona. Moraban con los Cristianos en un barrio fuera de la ciudad, y ninguno de ellos era lícito entrar sin especial licencia de los moros. Determinaron, pues, entrar secretamente antes que los Cristianos pudiesen entender su intención, porque no les impidiesen predicar a los infieles la verdad de nuestra santa fe, que era a lo que habían ido. Habiéndose, pues, preparado con larga oración y con los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía, un domingo muy de mañana, de improviso entraron en la ciudad, y por todas las calles y plazas iban diciendo en alta voz, que en solo Jesucristo hay salvación eterna.

   



   Graduando los moros la generosa acción de los insignes Minoritas por un atentado criminal, llovieron desde luego sobre nuestros Santos bofetadas y otras gravísimas injurias de aquella gente, y los presentaron a su rey. Allí con nuevo fervor siguieron publicando la fe de Jesucristo, y la falsedad de la ley de Mahoma, la cual habian ellos de dejar si querían salvarse. El rey y los de la corte viendo en su traje tanta pobreza los tuvieron por locos; y por la osadía que habían tenido de hablar contra su Profeta, los mandó poner en una cárcel muy áspera, y cargarlos de prisiones: allí estuvieron ocho días pasando grandes vejaciones y trabajos.

 

   En este tiempo escribieron una carta al P. Ugo, sacerdote y vicario de los genoveses, y a otros religiosos y a los demás seglares que allí se hallaban. En ella después de dar gracias a Dios nuestro Señor por la fortaleza y consuelo que de él recibían en aquella tribulación, les referían el motivo de su carcelaje, y como los tuvieron por locos, y como esperaban que el Señor aceptaría sus vidas en sacrificio de la confesión de su fe.

 

   El domingo siguiente al 10 de octubre a las diez de la mañana sacaron de la cárcel a los benditos religiosos, y los llevaron delante del Rey. Allí fueron diligentemente examinados por los oficiales de justicia, y preguntados si les pesaba de lo que habían dicho contra Mahoma y su ley. Ellos entonces con nueva firmeza dijeron que no, antes volvían a afirmar que la ley de Mahoma no era ley de salvación, sino de condenación Perpétua, y que ninguno podía salvarse sin recibir la fe de Nuestro Señor Jesucristo, y bautizarse como él lo había mandado. Y dijeron más, que por la verdad de esta fe estaban prontos a padecer la muerte corporal, porque tenían muy cierta esperanza de recibir de Jesucristo la vida eterna. Entonces los moros tomando consejo cómo los convertirían a su ley, determinaron llamarlos a cada uno por sí, y con promesas y amenazas combatirlos, y si no pudiesen convencerles, que luego fuesen muertos. Les salió mal esta traza: con la fortaleza del Señor despreciaron estos siervos suyos los regalos y los castigos, y mostraron que les seria deleitosa la muerte padecida por tan buena causa. Entonces los llevaron juntos al tribunal, y un alguacil con gran furia se llegó al santo Daniel, y con la espada le dio un grande golpe en la cabeza, y con ella comenzó a esgrimir delante de su rostro diciendo: «Vuélvete moro, vuélvete moro, sino morirás malamente.» Estando el siervo de Dios muy constante en la fe, el juez y otro moro anciano con apariencia de piedad les decían: «¿Por qué queréis perder los bienes y deleites de esta vida tan miserablemente? Abrazad nuestra ley, y seréis honrados y ricos en este mundo y en el otro.» Fr. Daniel vuelto al moro anciano le dijo: «¡Oh envejecido en días malos! ¿hasta cuándo has de vivir en los engaños de Satanás? Porque tu maldito Mahoma es criado de Satanás, y es causa de la muerte para siempre a todos los que le siguen a él y a su falsa ley: por tanto, conviértete a nuestra santa fe católica, para que puedas salvarle, conociendo a tu Criador, que ya es tiempo que le conozcas, y te apartes de los errores de tu Profeta.»


santo Fr. Daniel


 

   El juez oyendo esto, los sentenció a muerte. Los religiosos entonces se llegaron al santo Fr. Daniel su padre y pastor, y le besaban las manos, y le daban gracias porque les había traído a tan buen lugar, y cada uno de ellos decía: «Padre, dame tu bendición y licencia para que entregue mi cuerpo a la muerte por amor de Jesucristo, y mi alma siga a la tuya para los cielos,» Y el santo fray Daniel cayéndosele las lágrimas los bendecía, y alababa a Nuestro Señor que por sola su bondad los había llamado a tan alta corona, y decía: «Alegrémonos todos mucho en el Señor, y démosle gracias por este día de fiesta que nos da; porque los Ángeles están en nuestra ayuda, y la puerta del paraíso nos está abierta, y hoy todos juntos nos veremos entre las coronas de los Mártires en la gloria.»

 

   No tardaron los ministros de justicia en desnudarlos y atarles las manos, para de esta suerte llevarlos a voz de pregón desde la casa del Rey hasta el sitio donde ajusticiaban a los malhechores fuera de la ciudad. Iban los gloriosos Mártires con grande alegría seguros del banquete eterno que les tenia Dios preparado, y con la misma dieron el cuello al verdugo.

 



   Después de degollados, no contentos con esto los moros, les despedazaron las cabezas y los cuerpos, y los arrastraron por la ciudad con grande algazara como en venganza de su Profeta. Se tuvo por cosa de milagro que pudiesen salvarse algunas de sus reliquias, las cuales fueron honrosamente sepultadas en el barrio de los genoveses, písanos y marselleses, obrando Nuestro Señor grandes maravillas por intercesión de sus siervos. La memoria de estas reliquias se perdió con el tiempo, quedando solo viva la de su martirio, que pasó a la letra como hemos dicho el dia 10 de octubre, aunque el Martirologio romano hace memoria tal día como hoy. Leon X concedió a la Orden de san Francisco en el año 1516, que celebrasen a estos santos Mártires fiesta solemne de doble mayor. Fr. Juanetin Niño advirtió que en el Breviario de la santa iglesia de Braga anda errado el número de los años en que los santos Mártires padecieron, y que donde dice en la era 1221 debe decir 1227 años. De la traslación que de estas reliquias se supone hecha en España por un infante de Portugal, dice el mismo historiador que no queda memoria cierta en los libros de la Orden.

 


AÑO CRISTIANO

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.


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