“Por eso oró para ser liberada de su carne, he
aquí, a través de la oración, Caritina lo recibió”.
Hoy la Iglesia celebra
y honra la sagrada memoria de la Santa Mártir Caritina. Es una de las muchas jóvenes
mujeres, que, durante el tiempo de las antiguas persecuciones cristianas, asi
como cada vez que es procesada la fe de la Iglesia, prefieren el amor de Cristo
que el del mundo.
Santa Caritina era de Amisus del Pontio helénico
de Asia Menor. Fue martirizada en el año 290 después del nacimiento de Cristo durante
el reinado de Diocleciano y siendo cónsul Domicio, es decir durante los años de
la gran persecución de la Iglesia. Huérfana a una edad muy temprana, se convirtió
en sirvienta de un hombre eminente llamado Claudio, quien la respetaba mucho y
la crio como a su propia hija. Era muy bonita sensible y amable. Aunque aún no estaba
bautizada, compartía su amor por Cristo con los demás, y convirtió a muchos al
camino de la salvación. Era mansa humilde, obediente y silenciosa. Estudiaba la
ley de Dios día y noche y juro vivir en perpetua virginidad como una verdadera
esposa de Cristo.
Cuando Domicio tuvo noticias de la cristiana
Caritina, escribió a Claudio para que se la enviase para interrogarla. Claudio obligado
a obedecer al gobernante Domicio empezó a llorar y a lamentarse, no por la privación
de su sierva, sino por las duras torturas que sabía que la esperaban.
Caritina con mucha fe y valentía, empezó a
tranquilizarle. “No se entristezca, mi señor, —le
dijo—, sino alégrese, ya que yo
me voy a hacer digna de sacrificarme para el Dios, como un sacrificio aceptable
por mis pecados y por los tuyos”.
Fué acusada esta santa de
profesar la religión cristiana ante el gobernador de Grecia. Confesó libre y espontáneamente
la religión de Jesucristo, manifestando estaba dispuesta a morir por su
creencia.
Fué por esta confesión
cruelmente atormentada, le rasuraron la cabeza y se la cubrieron con carbones
encendidos, y luego atada una gran piedra al cuello fué arrojada al mar.
Salvada milagrosamente por los ángeles salió a la orilla sin lesión alguna, y
presentándose de nuevo al gobernador, confuso éste, mandó le cortasen las manos
y los pies, le arrancasen los ojos y los dientes, y puesta después en oración
entregó su alma a Dios.
Partes de las Santas Reliquias de la
Santa se encuentran en los monasterios de Kiku en Chipre y de Jerusalén i
Jersalí, cerca de Davlia, Viotia, en las laderas de monte Parnassos.
LA LEYENDA DE ORO. (Tomo IV)
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