El bienaventurado discípulo y mártir de Jesucristo, san
Bernabé, que también en la Escritura se llama José Levita, fue hebreo de
nación, de la tribu sacerdotal de Leví, y nació en la isla de Chipre, en la cual
sus padres tenían grandes y ricas posesiones.
Aprendió en
Jerusalén las letras sagradas, en la escuela de Gamaliel, varón doctísimo y muy
versado en la ley de Moisés, y tuvo por condiscípulo a
san Esteban protomártir, y a Saulo, que después se llamó Pablo y fue apóstol y
vaso escogido del Señor.
En este tiempo vino Cristo nuestro Redentor a Jerusalén,
y maravillado Bernabé de su celestial doctrina, ejemplos y milagros, entendió
que era el Mesías prometido, y se echó a sus pies; el Señor le bendijo y le
contó en el número de los setenta y dos discípulos que le siguieron.
Y él, conforme
al consejo evangélico, repartió su hacienda entre los pobres, quedándose con
una sola posesión, cuyo precio, después de la Ascensión del Señor, puso también
a los pies de los apóstoles.
Cuando los discípulos huían todavía de san Pablo, porque
ignoraban su conversión, san Bernabé se llegó a él, y entendiendo cuan trocado
estaba, y lo que le había acontecido yendo a Damasco, le abrazó y lo llevó a
los apóstoles y con gran regocijo fue admitido en su compañía.
Enviaron los
apóstoles a Bernabé a Antioquía donde estuvo con san Pablo predicando por
espacio de un año, con tan grande aprovechamiento de los fieles, que dejando el
nombre de discípulos y perdiendo el vano temor y respeto del mundo, se
comenzaron a llamar cristianos.
Volviendo después a Jerusalén, se concertaron allí con san Pedro algunos otros apóstoles, para que ellos predicasen a los hebreos, y Saulo y Bernabé a los gentiles.
No es
fácil decir los trabajos y persecuciones que padecieron estos dos santos por
sembrar la doctrina evangélica y plantar a Cristo en los corazones de los
hombres en tantas ciudades, islas, reinos y provincias.
Y, a lo que
escriben graves autores y se saca de firmes testimonios y piedras antiguas, san Bernabé fundó la iglesia de Milán, y estuvo en ella
siete años, y fue el primer arzobispo de aquella insigne ciudad.
También se
muestra en Brescia el altar donde el santo apóstol decía misa y en otras muchas
iglesias se conserva la memoria de este varón apostólico y compañero de san
Pablo.
Finalmente hallándose en la isla de Chipre, vinieron de Siria
unos judíos con intención de perseguirle y darle la muerte; y aunque el santo
lo entendió, deseoso ya de juntarse con Jesucristo, se entró en la sinagoga
para predicar a los judíos; mas éstos, con grande enojo le echaron mano, y le
apedrearon, en cuyo martirio dio su espíritu al Señor.
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Reflexión: Aunque san Bernabé no era del número de los
doce apóstoles que escogió Jesucristo, los primeros santos padres de la Iglesia
le dan ya el título de apóstol, no sólo por sus muchos y apostólicos caminos y
trabajos, sino que también por haber sido particularmente llamado por el
Espíritu Santo a aquel sagrado ministerio. (ACT.
APOST. XII, 2).
Honrémosle, pues, como a los doce apóstoles
que son las doce columnas indestructibles de la Iglesia, y despreciando las
doctrinas anticatólicas, que son edificios sin fundamento, descansemos con
entera confianza en la verdad de la Iglesia católica, sellada con la sangre del
Redentor, y de sus santos apóstoles y discípulos.
Oración: Oh Dios, que nos consuelas con la
intercesión de tu bienaventurado apóstol Bernabé, concédenos benigno, que consigamos por tu gracia aquellos
beneficios que te pedimos por su ruego. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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