En
Misena de Campania, en Italia, san Sosio, diácono y mártir, quien, al decir del
papa san Símaco, deseando
proteger de la muerte a su obispo, consiguió también él el martirio con igual
precio y gloria (c. 305).
San Sosio nace en Misena
en el 205 D.C., según lo contado en el martirologio del Venerable Beda.
Fue uno de los más ardientes líderes de los
grupos de los primeros cristianos. Juan Diacono lo
define como “el hombre en quien florecían todos los carismas de la Gracia”,
para demostrar la reputación de santidad de la que gozaba en vida cabe indicar
que prelados de muchos lugares hacían el viaje a Misena para conversar con el
Seráfico Diácono.
De acuerdo a uno de los relatos, el célebre San Jenaro, durante una de sus visitas en el
año 304, en la celebración de la Misa del tercer domingo de Pascua, vio
aparecer en la cabeza de Sosio, mientras este leía el Evangelio, una llama
similar a aquellas que cayeron sobre las cabezas de los apóstoles en Pentecostés.
Luego San Jenaro revelaría esa visión
profetizando que Sosio sería mártir.
San Sosio fue decapitado el 19 de septiembre de 305.
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